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(VIDEOS) Las playas ocultas de La Península

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Un equipo de La Voz de Pucón rodeó por el lago el emblemático lugar. Hay, a lo menos, cuatro sitios adecuados, dos de ellos con excelentes condiciones para el baño y la recreación. Marinos dicen que son públicos, aunque, en los hechos, sólo se puede llegar por agua.

Una de las playas de arena ubicada en La Península.

“Llegamos a la península de Pucón en el año 1947. Teníamos 2 años de edad y mi hermano Juan Carlos cumplía uno. Mi padre, Arturo Flores Méndez, tenía la misión de administrar la península y el Gran Hotel Pucón durante el año”.

Así parte uno de sus relatos el escritor Jorge Arturo Flores, quien evoca permanentemente al lugar donde, cuenta, pasó gran parte de su infancia: La Península de Pucón. El ensayista y cronista continúa en un texto que se puede acceder en la web: “Cuando surgía el sol, los chicos iban a las canchas de golf a jugar fútbol. Las horas pasaban raudas y solo la llamada de las madres a “tomar onces” los sacaba de esos trajines.Para hacerlo más formal habían competencias de tres equipos: Colo Colo, la U y OsHiggins. Campeonato por estaciones: Veraneal, invernal, primaveral, otoñal. En el verano se efectuaba la Semana peninsulana con una actividad diaria: natación, tiro al blanco con honda, fútbol, goles en los greens, golf, fiestas nocturnas bajo un ciruelo, con canciones, chistes y cuentos macabros”.

La historia de Flores termina, por cierto, con el progreso que poco a poco fue borrando esos parajes. Y más que eso, vetándolos para todos los puconinos que no son parte directa del desarrollo inmobiliario del sector. Eso, desde que Bienes Nacionales lo privatizó a principios de los ‘80. Y si bien, acceder hasta el lugar poco a poco se fue complicando, siempre quedaba la posibilidad de ir por las rocas del sector de Playa Blanca hasta algunas de sus playas. Incluso hubo un muelle al costado de la imponente pared rocosas. Pero de eso ahora, poco. Más bien nada. La Península se encuentra prácticamente cerrada (incluso con rejas en el sector de la ribera frente a la Playa Grande) para quienes no son residentes y sólo la buena voluntad de algún guardia de turno permite acceder por uno de los dos caminos habilitados para vehículos.

En la imagen se pueden ver las rejas que impiden el acceso por la zona de las rocas.

La Voz… hizo el recorrido en un tradicional bote a remo. En la pequeña embarcación se pudo acceder y reconocer las cuatro playas naturales que hay. Que siempre estuvieron por cierto. La primera de ellas, la tradicional y popular en los ‘80 y ‘90 Playa de los Enamorados. Está a unos 800 metros desde el inicio de las rocas por el sector de la Playa Grande. Pero del histórico lugar poco queda. La playa de piedras se vio reducida a por instalaciones para un grupo de tres edificios que se encuentran justo en la parte superior. Lo que existe actualmente es un muelle para embarcaciones menores y una zona para tomar sol con reposeras. Obviamente, las obras son destinadas a los residentes.

Cruzando la puntilla y ya por el sector que da hacia La Poza, hay otras tres playas. La primera de ellas, es bastante similar a la de Los Enamorados. Aunque más grande. Está adecuada para el sol y existe una marina para lanchas y yates.

Poco y nada queda de la tradicional Playa de los Enamorados.

Pero cerca de esta última, existen dos playas de arena. Ideal para el baño. Se encuentran delimitadas con boyas en el agua. Y, pese a que el recorrido fue muy temprano en la mañana, es posible ver rastros de actividad reciente. Hay embarcaciones pequeñas en la arena y letreros que restringen lo que se puede hacer o no en la playa. En total, son cerca de 400 metros de playa combinadas. Una de ellas se encuentra en la bajada de la cancha de tenis. La otra, está a unos 100 metros de distancia de la última.

Desde la Capitanía de Puerto explican que, en los hechos, no existe ninguna playa habilitada en el sector. Aunque sí reconocen que hay algunos sectores destinados técnicamente al asoleamiento. Y que las boyas, tal como se explicó luego de un video viralizado de dos jóvenes a bordo de una moto de agua que pedían no pasar cerca de la playa en el mismo sector, deben ser regularizadas (las que no lo están) con permisos simples. Agregan que cualquier persona puede usar las playas, ya que —en rigor— son públicas; aunque se debe respetar la propiedad privada. es decir, si se llega por agua no debiera haber problema alguno, ya que por tierra no hay acceso libre. Ahora, si alguien estima que es necesario un acceso público por tierra, esto se debe solicitar en Bienes Nacionales; quienes podrían —luego de un proceso de análisis— pedir a la intendencia que procesa a habilitar uno.

Por mientras, de  La Península de antaño sólo quedan recuerdos en los puconinos más viejos, o algún texto como los de Flores Méndez, quien termina así su relato: “Hoy, al caminar por allí, cuesta pensar que todo ese espacio estuvo habitado por niños que hicieron cosas originales. El progreso lo tapó todo como tapados quedaron los potreros, eliminadas quedaron el galpón de las ovejas y vacas, como desaparecidos las hortalizas, quintas con frutales, el gallinero, la bodega, los árboles que cubrían todo aquello. Aunque suene desmesurado, comparándolo con lo que muestra la foto del comienzo, hoy parece un desierto”.

 

Nota de la Redacción: La Voz de Pucón agradece al sindicato de boteros y a su presidente, Juan Gatica, por la buena disposición y ayuda que permitieron producir este reportaje.

 

 

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