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Editorial

Nieve en el volcán: señales contradictorias

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Las imágenes del volcán majestuoso, nevado hasta bien abajo impresionaron el fin de semana que recién pasó. Pero también impresionó la gran cantidad de personas (200 en promedio al día según Conaf) que decidieron subir a la montaña para practicar esquí, snowboard o, simplemente, pasar un rato de esparcimiento. Todo esto, sin tomar en cuenta las recomendaciones de las autoridades en torno quedarse en casa y distanciamiento social para enfrentar a la pandemia que golpea fuertemente al país y al mundo.

También hay agencias de turismo y locales de renta de equipos de esquí que se publicitaron como abiertos al público y dispuestos a recibir gente. Y esto se puede entender en el contexto de la profunda crisis económica que la pandemia del coronavirus trae consigo y que tiene en el turismo a una de sus principales víctimas. 

Pero más allá del contexto y de la discusión liderada por algunos hipnotizados con su actividad profesional de montañistas en torno a que no se corre peligro en la “majestuosidad del Ruka Pillán” (como les gusta llamarle en una especie de mantra tántrico), o que hay más exposición al virus en una tienda de retail o en el supermercado, el tema —entendemos— que va por otro lado. El punto es la señal que damos como comunidad.

Eso, porque mientras alegamos con vehemencia y con razón por la llegada de personas a usar sus segundas viviendas y también por el control sanitario de Correntoso que se ha llenado de críticas, pese a que algún efecto ha tenido —de hecho, el miércoles último, pesquisó a una persona que debía estar en cuarentena obligatoria— por el otro lado mostramos un volcán dispuesto para una actividad recreacional y empresas turísticas que se abren sin un control superior que las regule. Porque más allá de que se anuncien como que “cumplen con todos los protocolos”; la pregunta que salta es quién los certifica. Entonces, por un lado decimos “señor turista no venga” y por el otro mostramos acciones que, precisamente, van en sentido contrario.

Por lo mismo, el llamado es a aunar criterios y que los liderazgos puedan establecer acciones concretas que marquen señales claras. ¿Es tiempo de turistas? Lamentablemente no; pero la idea es prepararse para que cuando sea tiempo podamos atenderlos con la excelencia acostumbrada y con la seguridad que la pandemia nos demande. Los supremos intereses de la comuna así lo exigen. Otra cosa, rayaría en la locura.

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