Opinión
No lo merecemos
*Por Richard “Villarrica” Lake

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Acaba de terminar la Semana Santa y en medio de las fiestas ha ocurrido “un milagro”. El milagro del nacimiento de una nueva conciencia de realidad. Les cuento que mientras leía este pasquín local me dio frío. Me paré del escritorio para acercarme a la chimenea y, al mismo tiempo que encendía mi pipa, le echaba leña al fuego en un ejercicio multifacético de esos que a alguien de mi edad se torna una hazaña digna del Cirque du Soleil. Y de pronto, entusiasmado por la adrenalina del momento de tensión circense, me pongo de pie y miro nuestro nevado volcán. Y casi como una epifanía, una luz de reflexión descendió desde el mundo de las ideas brillantes al mundo de la mente mortal y limitada de este sencillo divorciado de la vida. “No lo merecemos”, divagué y lo repetí varias veces con voz audible mientras el fuego tomaba fuerza.
Fue un flechazo que recorrió mi cuerpo y me sentí abrumado por la idea. Y esto me pasa justo al leer los anuncios municipales y el despliegue de nuestro líder supremo, don Seba (o “San Seba” si sigue en este tono). Esa es la sensación que me queda al escuchar las diatribas comunicacionales o leer sus anuncios y su retórica. Me traspasa una gratitud inefable. Por qué un pueblo olvidado en el suroriente de este país puede contar con los atributos de tal visión e innovación. En los hechos atrofiados de mi mente, un ser de luz.
Al leer sus anuncios me siento como un niño maya viendo al propio Quetzalcóatl ascender a imponer el orden en medio del caos. O como un minero enterrado en la mina San José viendo a la sonda Fénix llegar al rescate. Trago la idea con un esfuerzo consciente, empujado con ese té importado que me regalaron, escucharlo es como un respiro de salvación. ¿Cómo pudimos sobrevivir tanto tiempo sin tan necesaria iluminación? O cómo don Charles pudo tener tanta ceguera para no ver todo lo que se podía hacer, necesitábamos y no se hizo. Me quedé pensando y definitivamente no lo merecemos.
Fue justo en ese momento cuando sentí que algo me incomodaba. Era como una espina que dolía en los pies. Miré a mi alrededor y, casi como un salto de escena de una película indie, empecé a sentir un frío que calaba mis huesos. Ese frío que penetra hasta lo profundo, que se parece al candado del portón de ingreso a la parcela en la madrugada de junio. Se me había apagado el fuego, la pipa seguía donde la había dejado anoche y el libro de erotismo tántrico estaba botado al pie del sillón. Fue casi como una experiencia sobrenatural que al pasar de los días logré descifrar. ¿Qué pasó? Simplemente, fue todo un mal sueño. De esos que vienen cuando mezclas el tequila que te entregan de noche en los clandestinos de Los Arrayanes con los remedios del consultorio.

*Richard “Villarrica” Lake es un jubilado puconino con demasiado tiempo libre y, según él, “experto en todo”. Asegura que es “nacido y criado” en la zona, pero no estamos en condición de validar eso. Amenaza con recorrer cada rincón de la comuna buscando temas para escribir; pero tampoco podemos asegurar que eso sea verdad.