Editorial
Lecciones bajo la nieve

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El temporal de nieve que azotó nuestra zona la última noche dejó su huella: caminos cortados, vecinos sin luz y, por ende, sin agua. Una postal blanca que, al mismo tiempo, nos recuerda la fragilidad de nuestra infraestructura cuando la naturaleza golpea con fuerza.
Hay, sin embargo, algo que celebrar: la Dirección de Gestión de Riesgo nos avisó con anticipación. Ese aviso temprano permitió a muchas familias protegerse y tomar precauciones. Fue una señal de que, cuando la coordinación funciona, podemos enfrentar mejor la adversidad.
Pero también quedan expuestas nuestras debilidades. En pleno siglo XXI, las comunicaciones de emergencia entre sectores aún dependen casi por completo de las redes de telefonía y de la conectividad digital. Y cuando el suministro eléctrico cae de manera prolongada, esa conectividad simplemente desaparece, dejando a comunidades aisladas y vulnerables.
Es urgente pensar en alternativas robustas: sistemas de respaldo, protocolos comunitarios, inversión en infraestructura que no dependa de un solo canal de comunicación. Aquí hay un desafío tanto para el mundo privado como para el público. No basta con reaccionar; hay que planificar y construir resiliencia.
Al mismo tiempo, la nieve también nos regaló una postal inolvidable: por unas horas, incluso algunos sectores urbanos se vistieron de blanco, dejando imágenes que difícilmente olvidaremos. La belleza del paisaje nos recordó que la naturaleza, con toda su fuerza, también sabe ofrecernos momentos de asombro y unión.
Como medio local, asumimos nuestro rol: seguir informando, incluso en la adversidad, acompañando a la comunidad en cada emergencia. Porque una ciudad que se mantiene comunicada, aun en la tormenta, es una ciudad más segura, más fuerte y más unida.