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La lucha del gimnasio Kona para operar: casi un mes sin poder trabajar en medio de la exigente burocracia pública

- Jorge Espinoza, el dueño, cuenta sobre cómo han debido transitar el exigente camino que les impone la tramitación de documentos y permisos en las oficinas estatales para poder tener la chance de reabrir el popular local de calle Arauco.
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El bullicio de las conversaciones y la música, los ruidos mecánicos de las máquinas o el zumbido de la huincha de las trotadoras. Nada de eso se escucha al interior del galpón donde usualmente funciona el popular gimnasio Kona. Ahora solo hay silencio. Un silencio frío que no se genera solo por el crudo invierno que golpea a la zona; sino que también por la incertidumbre de los días que pasan sin tener una solución. Y claro, ya casi pasó un mes desde que fue cerrado por no poder regularizar la construcción donde están operando en la calle Arauco. Y pese a los millones gastados en mejoras, el esfuerzo en reunir la documentación y el agotamiento en todo sentido que ha significado el proceso; la rígida burocracia pública que le exigen varios trámites en la municipalidad y en otras reparticiones, como la seremi de Salud; le impiden volver a ser el Kona de siempre.
Jorge Espinoza (41), más conocido como “Pity” en el ambiente del Kona, cuenta la historia del “calvario” vivido en los últimos meses. Dice que cuando decidieron cambiarse de la antigua locación en calle Uruguay, lo hicieron por lo mismo. Los dueños de ese lugar eran una empresa y la infraestructura tampoco tenía recepción final. En ese sentido, al ser los propietarios una firma con sede en Santiago era muy difícil llevar las exigencias de la burocracia por necesitar firmas y documentación que debían tramitar personeros que estaban muy alejados de la comuna y, por cierto, del interés real por recepcionar. Por lo mismo, en abril de 2024 decidieron hacer el cambio a un local más grande, más cómodo y con mayores posibilidades de crecimiento. Pese a tener el mismo problema (la falta de recepción) asumieron el riesgo debido a que el propietario estaba en Pucón y se mostró dispuesto a colaborar con toda la tramitación.
“Cuando llegamos a este local sabíamos que había tenido una patente provisoria y sabíamos que había que hacer el trámite de la recepción definitiva, pero pensábamos que iba a ser más rápido. Entonces nos lanzamos en este local precioso, pero conforme fue pasando el tiempo nos fue pillando la marcha en todos los trámites legales”, cuenta Espinoza.
El punto, según su relato, es que si bien ellos sabían las complicaciones del local, había un compromiso con el propietario para regularizar. Es decir, ellos (la administración del Kona) se harían cargo de la tramitación de la recepción final. Mientras, operarían con una patente provisoria. Y ésta, según explica Espinoza, es posible de renovar solo hasta tres veces. El problema es que en la nueva administración municipal, la interpretación que se hace a esa posibilidad es que el beneficio aplica al rol de la propiedad y no al contribuyente. Y en ese contexto, ellos solo pudieron renovarla por dos veces. Esto porque ya tenía una renovación anterior. Es decir, ya no existe esa posibilidad y luego de recibir tres infracciones por no tener el permiso, tuvieron que cerrar: “Al último momento, Rentas y Patentes, optó por no querer darnos una patente por interpretación de la Ley”.
El tema es que si bien ahora permanecen cerrados, ya recopilaron toda la documentación necesaria y está entregada en la municipalidad. Pero están a la espera de la visita del departamento de Obras para que chequeen y puedan tener una recepción provisoria. Y esto, porque aún les falta un muro cortafuego que tiene un costo de $25 millones. Eso sí, con la recepción provisoria, ya pueden obtener la patente y tienen un año para conseguir generar los recursos, levantar el muro y así tener la recepción final de Obras. El problema es que los tiempos de los funcionarios públicos, según Espinoza, casi nunca están alineados a los intereses de los privados.
Por ahora, las pérdidas son millonarias. Pagan más de $2,5 millones en arriendo; la inversión en máquinas de ejercicios es cercana a los $150 millones. Tienen que seguir cargando con los sueldos y algunos clientes ya están pidiendo las devoluciones de las mensualidades. Eso sin contar los más de $40 millones gastados en el proceso de regularización. Según Espinoza, pierden cerca de $700 mil por cada día cerrado.
“La angustia de tener cerrado un negocio por el que has trabajado años para que esté en pie y que te tengan al borde de la quiebra porque no puedes trabajar por cuestiones burocráticas es desesperante”, dice “Pity”, quien, por la experiencia, tiene una visión crítica de los trámites, la denominada “permisología” y las facilidades a los emprendedores: “La burocracia aquí es súper lenta. Todos los trámites son lentos. Por un lado te apuran, pero por el otro uno no puede apurar los tiempos que se toma cada trámite. te piden todo de inmediato, pero el tiempo de los trámites es de semanas y meses. Ellos tienen otros tiempos”. El problema es que, según Espinoza, esos tiempos podrían llevarlos a la quiebra.
“Cambio de mano”
Según algunos testimonios que pudo recopilar este medio, la situación que vive el dueño de Kona es algo que se ha hecho más común, luego de la llegada de la administración liderada por el alcalde Sebastián Álvarez. Esto, por el impulso de ordenar los procesos que se viven al interior de la municipalidad y que según ha transmitido la primera autoridad comunal en sus diferentes intervenciones, el desorden era generalizado. El departamento de Rentas y Patentes no estaba ajeno a eso. De hecho, el jefe de esa repartición en la administración del anterior alcalde, Carlos Barra, se encuentra en medio de un proceso penal por el otorgamiento de una patente cuyo beneficiario no habría cumplido con los requisitos y que luego fue vendida.
Es en ese sentido que pasar el proceso de pasar de un “criterio amplio” (o “desorden total”, según las nuevas autoridades) a uno más restrictivo en el que se pone un énfasis mayor en el cumplimiento de los requisitos y existe una interpretación legal un tanto más exigente a la hora de los otorgamientos ha sido, por lo menos, complejo para los contribuyentes y emprendedores locales. El mismo Espinoza da cuenta de esto. “No pueden pretender que si se hicieron mal las cosas por 25 o 26 años dando permisos a diestra y siniestra, de un día para otro aparezca todo regularizado”, concluye mientras sigue una espera que podría alargarse por varios días (o semanas) más.