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Opinión

Amor con perfume municipal

*Por Richard “Villarrica” Lake

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en

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En Pucón ya nada sorprende. Tenemos un volcán con poca nieve y tarifas como en los Alpes suizos. Los eventos giran en torno a hongos, y el café de la “puta que es caro” sigue costando como si lo hubiera orinado un unicornio. Pero entre tanta alucinación y espuma de latte, hay una historia que merece análisis. Una historia de afecto profundo, al límite de lo erótico. Que pareciera tener esa pulsión carnal que se huele a metros de Palguin con O´Higgins. De esas cosas que no se explican con lógica racional, sino sólo desde el lenguaje de la pasión, casi tántrica. De esas mismas que se huelen en algunas comunidades del faldeo de nuestro macizo: la relación entre el alcalde y su “amado” administrador.

Porque no nos engañemos: cualquier otro funcionario, después de los papelones y desaguisados cometidos por nuestro Juan Tenorio con sueldo de ministro ya estaría afuera. Despedido, con carta firmada y escoltado por un guardia con cara de funeral. Pero él no. Él permanece, sonríe, flota. Movido por una nube de amor que embruja. Y uno se pregunta: ¿qué tiene este hombre que genera tanta indulgencia? ¿Qué embrujo usa? ¿Qué hace cuando nadie lo ve? ¿Qué hace que nuestro mesías quiera inmolarse por él?

Y ahí es cuando todo encaja. Esto no es gestión, no puede serlo, no es suficiente. Esto es pasión. De esa antigua. Una mezcla de telenovela venezolana y turca. Esto es más bien una versión municipal de Arjona: “no te enamoraste de mí, sino de ti cuando estás conmigo”. Porque aquí, el amor no es por Tenorio en sí, sino por lo que le hace sentir al alcalde. Un espejo de admiración, obediencia y sumisión. Esa mirada cómplice, esa sonrisa “romanticona”. Un amor propio con forma de subordinado.

Y mientras tanto, los demás funcionarios miran con resignación celosa. Como “las otras” del alcalde antiguo a la oficial. Como en un capítulo de esos que nadie pidió ver. Cualquiera con dos dedos de frente ve el favoritismo, la impunidad, la danza de afecto disfrazada de trabajo. Pero no, en este pueblo el que señala es el “mala onda”, el “resentido”, el “que no entiende el proyecto”, “el que busca dividirnos”.

Este pueblo es extraño, la pasión es incomprendida. Hasta mi estilo se confunde o no se entiende. Esta misma columna será probablemente leída como una humorada inofensiva o, peor aún, como “una falta de respeto al clima de armonía comunal”. Por favor. El amor  ajeno se paga con impuestos de los que trabajamos (yo lo hice con creces en mi tiempos mozos). 

Pucón está caro. Caro en café, caro en calor, caro en pudor. Y ahora, caro en sueldos municipales. Y mientras sigamos permitiendo que la pulsión amorosa pese más que la competencia o la decencia, seguiremos pagando todos el precio del placer ajeno. Ahora, quiero creer que debe haber otra razón. No creo que la pasión sea suficiente. La verdad es que aún tengo esperanzas en nuestro mesías.

*Richard “Villarrica” Lake es un jubilado puconino con demasiado tiempo libre y, según él, “experto en todo”. Asegura que es “nacido y criado” en la zona, pero no estamos en condición de validar eso. Amenaza con recorrer cada rincón de la comuna buscando temas para escribir; pero tampoco podemos asegurar que eso sea verdad.

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