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Editorial

“Reacción” comunicacional en crisis

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La última semana se ha visto marcada por una serie de hechos que tienen un carácter negativo y que golpean duramente a nuestra ya alicaída industria turística local. Primero fue la polémica por los altos precios y luego el bloom de algas. Todo esto acompañado del infaltable volcán Villarrica y su permanente “Alerta Amarilla”. Y lo anterior ha gatillado en que algunos empresarios ligados al turismo cataloguen la actual temporada como “la peor en varios años”. 

Pero como sucede ya, prácticamente, todos los veranos, los canales de televisión —que son siempre agasajados y muy bien atendidos cuando vienen invitados por la municipalidad para promover nuestro destino— también estuvieron prestos para focalizar en el bloom de algas y la “Bandera Roja” (una idea más efectista que efectiva) que recomendaba no usar las aguas de manera recreativa. Así, las redes sociales se llenaron de imágenes del agua amarilla y de las infaltables autoridades de Salud y Medioambiente dando entrevistas en las que recomendaban no bañarse en el Villarrica. 

Ahora, tomando en cuenta que el tema del florecimiento de las algas es algo que se vive desde hace, a lo menos, cincuenta años (seguro que más) y que (para sumar otro elemento) el volcán lleva miles de años en actividad; la pregunta que nos hacemos es por qué siempre sólo reaccionamos mediáticamente a estos sucesos. Es decir, por qué si sabemos lo que va a pasar, no existen políticas comunicacionales de contingencia y crisis que sepan desde antes cómo afrontar estos temas. Sólo reacción y nada de acción previa.

¿Dónde están nuestras autoridades locales y representantes del concejo municipal? ¿Qué pasa con los encargados de Turismo? ¿Dónde está el discurso de los gremios organizados? Es decir, pareciera que estamos a la deriva y sólo tratamos de reaccionar culpando a los mensajeros (en este caso a la prensa) de las cosas que nos suceden como comunidad. La verdad es que somos un destino relevante en el mundo del turismo, pero nos falta mucho para estar a la altura del primer mundo. Comunicacionalmente, al menos, somos unos aficionados. Y unos aficionados de la media hacia abajo.

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