Opinión
El liderazgo de Francisco
*Por Daniel Candia

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El domingo 27 de abril, en la misa de las 11:00 de la mañana, la Parroquia Santa Cruz de Pucón no daba abasto ante la masiva concurrencia de feligreses que acudieron al llamado que efectuó la Iglesia Católica de congregarse con la finalidad de efectuar un último adiós al Papa Francisco, fallecido el día lunes de esa misma semana, por lo que dicho llamado evidentemente tuvo eco.
Sin embargo, muchos católicos (dentro de los cuales me incluyo) e incluso mucha gente que no pertenece al mundo de la iglesia, se pregunta qué es lo que pudo haber generado tanta expectación y asombro en torno a la muerte de un papa, más allá de la amplia cobertura y exposición que la noticia tuvo en los medios de comunicación a nivel mundial, lo cual pudiese explicar en parte el fenómeno. Sin embargo, la atención y expectativa, parecen tener un motivo aún más profundo, y es que el Papa Francisco, quien lideró la Iglesia Católica durante 12 años, dejó una huella que no tiene solo que ver con lo teológico, si no que por sobre todo dice relación con un liderazgo marcado con la humildad y sencillez, algo que por estos días pareciera ser escaso en ciertas cúpulas de poder.
Y es que precisamente, un sacerdote de palabras acogedoras, que intentó liderar una iglesia cercana a las realidades sociales, llamando permanentemente a la tolerancia, y a modernizar, dentro de lo posible, a una institución que sin lugar a dudas no pasó ni pasa por el mejor de sus momentos, son una muestra de que el padre Jorge Bergoglio, ejerció desde su pontificado, el tipo de liderazgos que no solo se necesitan en el catolicismo, sino que en gran parte de nuestra sociedad, aunque dichos liderazgos parecen romper muchas veces una zona de confort al cual es difícil renunciar.
Sin ir más lejos, al Papa Francisco le tocó lidiar con los momentos más álgidos de una iglesia que ha perdido considerablemente su presencia y relevancia en la discusión social, y que poco a poco se ha transformado en una institución de conceptos y reglas que a las nuevas generaciones pudieran parecerles retrogradas, y con justa razón. En ese intento surgieron frases que de seguro a muchos católicos, sobre todo a los más conservadores, pudieron parecerles dignos de reproche, como cuando por ejemplo manifestó ““Si un gay acepta al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarlo?”, o como tiempo después manifestó “Es mejor ser ateo que un mal cristiano”, o el solo hecho de estar de acuerdo con impartir los sacramentos a los divorciados, algo que parece ser de toda lógica pero que aún son temas que se debaten dentro de la iglesia.
Lo anterior, me lleva a concluir que el Papa Francisco no pensó como el “vicario de Cristo”, ni como un príncipe de la iglesia, como se le denomina a los cardenales, si no que como el sacerdote que hizo cientos de misas en el conurbano de Buenos Aires y que compartió y trabajó codo a codo con las comunidades argentinas. A entender de muchos, ese el tipo de liderazgos que se necesitan en el mundo, y que estén inspirados en la tolerancia, respeto, inclusión, y que en ningún caso son un capital que pertenece a la Iglesia Católica, si no que a todo el cristianismo, que ve en figuras como el Papa Francisco una oportunidad única de resurgir y posicionar nuevamente a las iglesias cristianas en todo su espectro, en el lugar que socialmente les corresponde, intentando influir siempre desde la fuerza que le imprime su creador e inspirador, Jesucristo.
Finalmente, el desafío que por estos días enfrenta la iglesia católica, es elegir un tipo de liderazgo que al menos intente seguir la senda del Padre Jorge Bergoglio, y no retroceder nuevamente hacia el conservadurismo que puso a la iglesia en la situación que se podría definir como la más compleja de sus últimos tiempos, y que solo encontró un respiro en este pontificado, que esperamos en Dios, sea solo el comienzo de una nueva era.

*Daniel Candia es abogado, magíster en Gestión Pública Municipal y exabogado de Bienes Nacionales y la municipalidad de Pucón.