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Opinión

Despidiendo a puconinos

*Por Rodrigo Vergara

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La muerte, a veces, es un inoportuno convidado de piedra que llega sin avisar. Y aunque casi nunca es bienvenida, tarde o temprano aparece. Y todo lo que conlleva —lamento, lloro, velatorios, funerales y, al final, la resignación propia que nos guía a que la vida, por un rato más, continúa— generalmente nos pone en un estado de introspección natural. Es inevitable mirarse hacia dentro y ver si estamos preparados para recibirla y también nos entrega visiones de nuestra comunidad reunida en torno al ataúd de un “amigo” o conocido que se va. 

Y eso fue lo que más o menos me sucedió al final de la mañana de este martes. La primera escena estuvo en la parroquia San Francisco de Pucón llena de Carabineros. Y claro, al que despedían era un alto grado en esa institución. Se trataba de Cristian Malinowski Millar, quien con un poco más de 50 años partió abruptamente y dejó una familia desgarrada por la pena. Pero para mi, un “nacido y criado” en este pueblo, no se iba el Coronel Malinowski, encargado del OS-10 de la prefectura de Villarrica. Se iba el Cristian. El hijo de Panchito y el hermano de Edgardo.

Y Cristian siempre fue un tipo muy simpático. Un amigo, algo más grande, en la Escuela Fátima y luego en el Colegio de Humanidades en Villarrica, donde me ayudó a una no tan sencilla adaptación, ya que él era algo más crecido y tenía experiencia en un siempre “territorio hostil” como lo es para un niño de 13 años una ciudad nueva con gente nueva. Se fue el hijo de don Pancho. Aquél hombre sencillo y trabajador que junto a su esposa Betty, preparaban los mejores embutidos de la zona (o del “territorio” como le dicen ahora). Era todo un evento cuando carneaba un chancho. En fin, se fue un puconino. 

La segunda escena se dio a pocos metros de ahí. Estaban velando a José Franz, quien a sus 72 años dejó esta tierra. Y bueno, quizás a los lectores (originarios) de este Pucón el nombre no les dice mucho. Pero cuando lean que el que murió fue “Yungue” Franz, sí vendrán recuerdos, anécdotas y también imágenes algo complejas. Porque claro, todos tenemos luces y sombras. Y algunas sombras son más notorias y públicas que otras. Pero más allá de las cosas que pasaron, los recuerdos de Yungue también son de un hombre de esta tierra. Un gringo con aires de huaso que era fácil distinguir en las calles del centro o en su terruño de Quilaco. Cigarro en la boca y caminar desgarbado, chiste a flor de labios y un hincha de la selección alemana en los mundiales de fútbol. Aún recuerdo cuando gritaba en el restaurante de mis padres en contra de la Argentina de Maradona en el ’86 por esa final perdida. Pero cuatro años después tuvo su revancha.

Como sea, murieron dos puconinos de esos que llaman “nacidos y criados”. Y la verdad es que cada vez somos menos. Y cada vez tenemos menos “peso específico” en nuestra comunidad. Y en ambos eventos fúnebres se repetían los apellidos que llegaron a despedir: Cárter, Matus, Martin, Arratia, Weber, Garrido, Montoto, Carvacho, etc. Los mismos que cada vez los encuentras menos por las calles y siguen en sus cosas. En lo de siempre. En sus comercios y actividades. Otros ya en el descanso de la jubilación. La mayoría de ellos alejados de la bulla de las redes sociales. La mayoría perdiéndose —tal como la bandera con los colores de la puesta de sol que se parecía al arcoiris— en medio de la vorágine de una ciudad cosmopolita. Quizás nos veamos en un próximo funeral, porque en el suspendido “almuerzo comunitario de aniversario” no va a ser.

*Por Rodrigo Vergara, periodista y editor de La Voz de Pucón. Puconino por cierto.

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