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Editorial

La vida privada de las personas públicas

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En la semana que recién pasó publicamos un reportaje que hablaba sobre el complejo escenario que enfrenta el alcalde Carlos Barra a menos de dos meses de su salida del cargo que ha ostentado por 26 años. Y parte del texto hacía alusión y entraba con algunos detalles a dos cartas (de alguna forma abiertas) enviadas por dos de sus hijos, Andrea y Jaime. Ambos, frutos de una relación que el jefe comunal tuvo en paralelo a su matrimonio formal. 

Ahora, si bien el reportaje daba cuenta, además, de una serie de situaciones que ponen cuesta arriba la salida de Barra del municipio; obviamente el interés y la controversia mayor vinieron por el lado de las misivas. Y es en este contexto que surge la controversia y el debate en torno a la vida privada de las personas, especialmente de las autoridades y agentes de acción pública. Y esta, por cierto, es una pregunta de carácter doctrinal y ontológico que en algún momento se debate en las escuelas de periodismo del mundo: “¿qué tan privada es la vida de las personas públicas?”.

Y esta pregunta estuvo permanentemente confrontada en la producción del mencionado reportaje. Y por lo mismo, el tiempo de elaboración del producto fue más amplio de lo que acostumbramos. Era necesario hacernos ese cuestionamiento y pasar el texto por diferentes filtros. Y así lo hicimos. El punto es que decidimos llevar el tema de las cartas por tres razones principales. Y a continuación un breve resumen de ellas.

— La primera es porque las cartas, en los hechos, ya eran públicas al estar viralizadas en las redes de mensajería. Por lo mismo, sólo dimos cuenta de una realidad. Porque los diarios y medios de comunicación no sólo muestran y exponen hechos ocultos y desconocidos; sino que también funcionan como una especie de almanaque. Algo así como el primer “borrador de la historia” donde queda plasmado, entre otras cosas, de lo que está hablando la gente. Y para ser honestos sobre las cartas, las personas y agentes públicos relacionados al poder local ya estaban hablando de ellas. 

— Otro elemento que nos llevó a la publicación es el escenario actual. A dos meses de la entrega del poder es necesario que la “casa esté ordenada” y pareciera ser que, a la luz de los hechos, lo que sucede en la municipalidad apunta a todo lo contrario. Y en este contexto las situaciones familiares complejas (con quiebres incluidos como lo fue en esta oportunidad) son relevantes porque de alguna forma u otra tienen el potencial de afectar la productividad y el liderazgo de la gente. Y eso tiene (o al menos podría tener) profundas implicancias en el accionar público. Por lo mismo, lo transformaba en un “hecho de interés público”. 

— Finalmente, las cartas daban cuenta de una serie de situaciones complejas y controversiales, que podrían tener implicancias más allá de lo personal. Hay que recordar que las misivas dejaban entrever aspectos sensibles como posibles abusos en distintos ámbitos. Además de situaciones que, si bien ocurrieron varias décadas atrás, al verlas desde la actualidad conllevan algunos cuestionamientos que, entendemos, son necesarios aclarar.

Con todo, escribimos esta editorial para que nuestras audiencias entiendan las decisiones editoriales que tomamos. No tenemos cosas para ocultar y tampoco nos mueven “segundas intenciones”. Simplemente buscamos hacer un trabajo profesional y arraigado en los valores occidentales de las democracias liberales y la prensa libre. Y por lo mismo, para nosotros es “imposible dejar de hablar del elefante rosa en la habitación”. Simplemente no nacimos para eso. 

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