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Editorial

¿Semana santa o vida santa?

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Hoy el mundo occidental recuerda, celebra y conmemora la Semana Santa, además del fin de semana largo de descanso también algunos nos detenemos para celebrar que hace dos mil años, en una pequeña región de Israel, el mismo Dios se encarnó como un hombre, tuvo una vida perfecta y murió en una cruz romana. Él derramó su sangre en el lugar de cada alma humana para así abrir un camino de salvación a cada hombre que crea en Él. Sí, un camino de salvación porque la raza humana necesita ser salvada, porque nuestra naturaleza ha sido corrompida y todo lo que somos desde el día de nuestra concepción es contra Dios, ¿no me cree? Pregúntese ¿quién le enseña a un bebé a mentir, pelear o ser egoísta? O ¿a reaccionar con pataletas cuando el deseo de su corazón no es satisfecho? 

Esa misma distorsión del corazón es la que fluye en el adolescente que se rebela con sus padres, que agrede a carabineros, profesores y cualquier figura de autoridad. O del adulto que, encendido en un arranque de ira, toma un cuchillo para asesinar a quien culpa de su frustración; o del que se enriquece con el dolor del otro, o el que acumula riquezas como si pudiera llevarse algo más allá de este mundo. En fin, la depravación humana frente a Dios es irrefutable y salvo que el orgullo enceguezca para tapar el sol con un dedo, nadie podría negarla. 

Frente a tal nivel de distorsión moral, Dios, el creador y juez del universo condenó a cada hombre que practique el pecado a una condenación lejos de Él; sin embargo se llenó de ternura y amor su corazón al ver su creación sucumbida frente a tanto dolor del pecado y, premunido de un amor incondicional, que nadie que no haya conocido a Dios podría entender,  envió a Jesús como un hombre perfecto, que nunca pecó para castigarlo, para ejercer sobre su cuerpo lo que su justicia demandaba y así, cumplir su rol de juez y de paso brindar un camino que libere  a las almas humanas que ama de su trágico destino. 

Él mismo dispuso que esta salvación no sea automática y que estará disponible sólo para aquellos que glorifiquen a Cristo y crean que sus palabras son verdad y que su sacrificio es su único y suficiente puente de salvación personal. Esta comprensión detonará un despliegue de gloria y poder que emana directamente del cielo para el alma que, humillada por la verdad, crea que  necesita ser salvada  y experimentará una transformación sobrenatural e integral de su ser, una metamorfosis desde una naturaleza depravada a una santa; de una vida cuyas motivaciones están en este mundo y satisfacer sus propios deseos a uno que tenga un  intenso celo por la justicia y la santidad que Dios demanda. 

Es un cambio que no se puede transmitir por palabras porque no se sustenta en una comprensión cognitiva o natural, sino en una experiencia interna y sobrenatural que gatillará cambios integrales en toda tu realidad llevándote a no sólo recordar hoy que Jesús murió y así descansar el fin de semana, sino a celebrar con cada despertar que Jesús murió en tu lugar y por lo tanto es el descanso eterno de tu alma, ya no vivirás más una Semana Santa, sino que gozarás en todo momento de una vida santa.

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