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Opinión

El mensajero enamorado

Publicado

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Por Rodrigo Muñoz*

El día 7 de diciembre de 1989 un grupo de 7 excursionistas llega por primera vez a un paraíso sin serpientes, o sea, el nombre que le había dado en lo personal al parque Huerquehue. Los últimos preparativos antes de llevar a cabo la misión se efectuaron en ese año en una de las aulas del Liceo Pablo Sexto, establecimiento al cual todos sus miembros pertenecían.

Embarcados en esa oportunidad en los recordados buses Cordillera, los excursionistas se dirigen hacia el eterno Paillaco, último sector rural con provisiones. Cuando llegan a Huerquehue después de 7 kilómetros de caminata con pesados equipos Teo Elgueta, guardaparques de la Conaf les da las comodidades a los deportistas en la base del cerro y a orillas de la laguna Tinquilco.

Al día siguiente y a primera hora de la mañana, el equipo humano asciende por un complicado sendero de altura y cerca de dos horas de dura caminata y con un pesadísimo equipo, los excursionistas logran llegar a la primera laguna como “laguna Chica” y a 500 metros distantes, en laguna Verde, se instaló definitivamente el campamento. Según se había programado, la jornada fue dedicada al descanso, a escuchar música y otros sentían la eternidad de un silencio que ofrecía estas latitudes.

Particularmente uno de los montañistas se quedó en compañía de su propia ilusión y el decía que la montaña lo había enamorado: “Que bello es todo esto”, decía el solitario excursionista cuando la montaña daba susurros al oído. La noche en ese lugar fue fría y la única luz que alumbraba el campamento era una fogata dentro del antiguo refugio.

El 9 de diciembre, el grupo ya se había aclimatado a la soledad e internarse a descubrir el lago el Toro y el día 10 una tormenta se apoderó de toda la cordillera y no se quiso retirar. A pesar de eso, la montaña seguía enamorando a nuestro explorador. El día 11 algo pasó en el amor y el grupo tomó la decisión de retornar al campamento base en un sendero lleno de barro y finalmente bajo un cielo tormentoso Huerquehue comienza a llorar. Seis de la mañana y una tenue luz de linterna alumbra el barro. Cerca de las nueve llegamos a Tinquilco. Era ese el momento de decidir que el retorno a Paillaco sería inminente, tomar nuestro medio de transporte y retornar a Pucón. Y ese enamorado del cual me referí, pensaba que antiguamente por estas mismas tierras la gente recorría llevando mensajes, de ahí que el significado de este Parque Nacional es Lugar de Mensajeros. Por último, este mensajero enamorado traerá a futuro nuevos mensajes de amor para encontrase una vez más con su eterna amante.

* Ex miembro del Cuerpo de Socorro Andino de Chile.

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