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Editorial

La crisis naranja

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La emergencia volcánica nos encontró a todos en la previa de las fiestas patrias. Y así, casi con las primeras cuecas, choripanes, anticuchos y terremotos, la noticia sobre la inestabilidad de nuestro querido volcán nos puso a todos tensos, incluso un poco histéricos por la posibilidad de una catástrofe natural de proporciones que no solo golpeara a la economía local, sino que también se llevara vidas.

Pero más allá de la contingencia del día a día de convivir con un volcán activo y en alerta naranja; pareciera que poco hemos aprendido de tragedias como las del 27 F y otras que han golpeado a nuestro país. Y en estos casos, el mayor problema generado es el flujo, la oportunidad y la certeza de información confiable. Pareciera que la desconfianza campeara en cada comunicación por whatsapp y posteo en redes sociales. 

Tampoco ayuda mucho la descoordinación entre las autoridades. Cómo es posible que en la región de Los Ríos estuvieran con alerta naranja algunas horas antes que en La Araucanía; o que el intendente de la primera pidiera a los visitantes no acercarse a pueblos vecinos al volcán y el de la segunda (La Araucanía); junto al alcalde Carlos Barra, hicieran reiterados llamados a que la gente venga sin problemas. Es más que claro que los mensajes confusos en poco ayudan a que la gente tenga las necesarias certezas que resguarden su integridad psicológica y física.

Ahora, si bien las redes sociales muchas veces son un aporte para la discusión de temas; también se convierten en espadas de doble filo, ya que cada usuario se transforma —solo por el hecho de tener un celular con acceso a internet— en un potencial medio de comunicación. Así las cosas, llega a ser ridículo leer a personas que hablan de aspectos técnicos ligados a los flujos volcánicos (como el aumento o descenso del lago de lava) con la libertad y el desparpajo de un profesional de la geología. Eso tampoco aporta y más bien genera efectos contrarios a la necesaria tranquilidad de la población para tomar decisiones informadas.

Por lo mismo, hacemos un llamado a las autoridades a coordinar mejor las vocerías; a los estamentos técnicos para que potencien los flujos informativos certeros y que estos bajen rápidamente hacia la población. Y también un especial llamado a quienes no tengan mucho que aportar (pero que de alguna manera tienen una vitrina importante) que eviten comentarios y opiniones nefastas y potencialmente peligrosas.

 

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