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Editorial

El “vecino de Renahue”

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La tarde del martes el país fue marcado por la noticia de la muerte de Sebastián Piñera, quien ocupara en dos oportunidades el mayor cargo del país: la presidencia de la República. Y desde ahí comenzó (principalmente en los medios) una seguidilla larga de recuerdos, memorias y logros de sus dos gobiernos. Lo que se llama el “legado” de un hombre que también fue cercano a nuestra comunidad, ya que pasaba parte de sus veranos en una casa a pocos metros del lago Caburgua, en Renahue. 

Y si bien como en todos los gobiernos democráticos existieron momentos de luces y sombras, a la hora de los recuentos resulta imprescindible nombrar, a lo menos, tres hitos relevantes: la reconstrucción post terremoto en 2010; sacar a los mineros en Atacama el mismo año y cómo enfrentó la pandemia del Coronavirus. Y en esto último ya que no resiste análisis en torno a que fueron varios aciertos en la gestión particular del ex Presidente los que permitieron al país surtirse de millones de dosis de vacunas que posibilitaron, a la postre, que Chile saliera más rápido de la crisis que otras naciones (incluso algunas desarrolladas). 

Pero más allá de sus aciertos y errores, que fueron varios, como medio queremos enfocarnos en el efecto que su deceso ha tenido en el país. Esto, principalmente, porque aparecieron una serie de gestos republicanos que parecían perdidos. Ver al actual Presidente Gabriel Boric abrazar a la viuda o a los ministros hacer guardia de honor alrededor del féretro genera un impulso esperanzador para trazar el piso de que en política existen adversarios y no enemigos. Y esto en buena hora, ya que es evidente que todo este “espíritu republicano” se había perdido luego del denominado “estallido social” de octubre de 2019. Y, obviamente, no es menor que los que ahora le rinden honores, sean los mismos que querían sacarlo del poder por cuestionadas vías que, por cierto, no descartaban la fuerza. Y eso, volver de los errores, reconocerlos y pedir el perdón correspondiente, sólo engrandece.

Es de esperar que este espíritu de unidad pueda mantenerse en el tiempo, sobre todo en los períodos eleccionarios que vienen. Y más aún en comunidades más pequeñas como las nuestras. No debemos olvidar que en nuestras válidas diferencias políticas e ideológicas no se nos va la vida y que los que están al frente, sólo están en una vereda diferente y no en una trinchera desde la que hay que estar en un continuo bombardeo. Al menos, la trágica y lamentable muerte del “vecino de Renahue” nos deja esa enseñanza. Por cierto, deberíamos partir por morigerar el tono en las redes sociales; lo que se transformaría (parafraseando al astronauta estadounidense Neil Armstrong) en “un pequeño paso para el hombre, pero uno grande para la humanidad”.

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