Editorial
Turismo al cráter
Algo de inquietud causó la última alerta volcánica conocida en los últimos días. Y si bien, hasta ahora, la actividad no pasó de ser un pequeño susto que, gracias a Dios, no pasó a mayores; sí nos dejó una situación a la que atender: quién controla los ascensos al cráter en crisis de este tipo y en tiempos que la actividad del macizo se incremente dentro de los parámetros normales.
El tema fue puesto en la mesa por el administrador municipal, Rodrigo Ortiz, en la última reunión del Comité de Emergencia (COE) local. Pero lo único que se sacó en limpio es que los turistas firman una especie de excepción de responsabilidad en la que, se supone, despojan de toda carga de responsabilidad frente a tribunales a las empresas y guías en la eventualidad de un accidente. Eso, además de que no existe ninguna herramienta legal para prohibir el acceso al cráter en los días complejos como los que recién pasaron.
Entonces, qué queda. Sólamente encomendarnos a la providencia para que no ocurra una tragedia mayor. Sobre todo cuando el volcán expele proyectiles incandescentes potencialmente mortales. Pero un destino que se precie de ser un atractivo mundial y líderes del turismo aventura no puede quedar expuesto. Una tragedia en la cima del Villarrica no sólo marcaría para siempre al guía o a la empresa a cargo, sería una mancha terrible para nuestro destino. Y perjudicaría no solo a las empresas o personas afectadas, sino a toda la comunidad que vivimos del turismo y de que Pucón sea reconocido como un destino seguro para los visitantes.
Por lo mismo, el llamado es a transparentar la información a los visitantes (así al menos se pretende), pero más que eso, creemos que se deben establecer mecanismos confiables, manejados por un ente superior con responsabilidad pública, que pueda evaluar diariamente las condiciones para los ascensos. Eso, además de establecer ordenanzas adecuadas que obliguen a las empresas a cumplir con las restricciones y elevar así los niveles de seguridad para guías y turistas. No hacerlo sería irresponsable. No hacerlo sería criminal.