Del Director
El alcalde, las injurias y la prensa

El rol del periodismo es casi siempre incomprendido y esto por ignorancia o por interés. En parte porque la función principal del periodismo es mostrar esa parte de la realidad que los intereses ligados al poder no necesariamente están interesados en mostrar. “El resto es relaciones públicas” dice una famosa frase que se maneja en las redacciones. Nuestro medio ha entendido esto desde su fundación, en parte por convicción profesional y también por convicción espiritual (nunca hemos ocultado nuestra afinidad a la doctrina cristiana). La verdad siempre va a prevalecer, simplemente porque creemos que no se puede esconder.
Esto no significa que no podamos errar en el camino, pero con sinceridad asumiremos los errores y enmendaremos rumbo. Incomodar al poder no es el objetivo, sino que un costo por defender el legítimo y supremo derecho de la comunidad de estar informada. Y esto, aunque le costó entender a la administración municipal saliente de Carlos Barra (con sesiones de concejo secreta, presiones comerciales y persecución interna para perseguir a los “filtradores”) al final el exjefe comunal de alguna forma entendió que LVP es un medio serio, comprometido con la verdad de los hechos y que había que incorporarlo en su gestión como un fiscalizador más de los muchos que tiene el aparato público.
La nueva administración está en rodaje y como tal entendemos que aún no normaliza el hecho que la prensa como elemento fiscalizador estará en toda su gestión. LVP es un medio creíble en la zona y en Chile y eso en parte es porque nuestro compromiso no está determinado por sesgos partidistas, sino por la “dictadura de los hechos”.
El nuevo alcalde Sebastián Álvarez debe comprender que —más allá de la correcta presunción de inocencia— su asesor personal, Iván Soriano, está querellado por el Consejo de Defensa del Estado (CDE), lo que lo pone como “imputado” en la que es probablemente la causa de corrupción más bullada de la región y decir eso no constituye una “calumnia” (porque es una realidad), ni menos una “injuria” (un delito según nuestra legislación), tal como el jefe comunal lo sostuvo en un programa de radio. De lo contrario, como todo agente de la probidad y transparencia, Álvarez debiera iniciar una querella para perseguir a los periodistas por la comisión de semejante delito.
El lenguaje es importante porque a partir de él se construye la realidad y la imputación de falsos delitos a la prensa lo entendemos como un atentado a la libertad de expresión y un soterrado intento por restringir el derecho de la comunidad local de estar informada. Quizás fue presa de la ansiedad del rodaje inicial de la primera semana que lo confundió y como tal lo entendemos. Pero a propósito de las señales, es una señal peligrosa, que como defensores del rol periodístico de ninguna forma menospreciamos. Los cambios son buenos, cuando las cosas que se vienen a hacer se hacen mejor que antes. Esperamos que este sea el caso.