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Administrador y socio de Cámping Mariñanco sufre un violento ataque con tintes racistas de parte de taxistas que celebraban cierre de temporada

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Sergio Mariñanco terminó con una fractura en el rostro y lesiones en diversas partes de su cuerpo. Hubo dos detenidos por el caso y la víctima, de acuerdo a su cultura, espera una disculpa de sus atracadores a quienes dice conocer de siempre.

REGISTRO.- En la imagen mayor se ve a la víctima quien muestra la piedra con la que fue atacado, en la imagen más pequeña, el mismo Mariñanco el día en que fue atacado. En su rostro queda el registro de la brutalidad en su contra.

Parecía un cierre de verano tranquilo en el Cámping Mariñanco —un hermoso lugar ubicado en Quetroleufu a orillas del río Liucura—, pero no lo fue. El fin de la temporada se vería marcado por un lamentable y violento hecho con marcados tintes racistas. Uno de los socios de la familia que controla el lugar y administrador del mismo, Sergio Mariñanco (56), fue atacado con golpes e, incluso, piedras por un grupo que se identificó como taxistas de Pucón que realizaba su fin de los meses estivales. Pero más allá del hecho policial, por el cual hubo dos detenidos, Mariñanco expone la brutalidad de sus atacantes que remarcaban la etnia mapuche del emprendedor con una frase cargada de odio: “Indio conch…”.

Mariñanco, quien terminó con fractura nasal y varios hematomas que aún lo mantienen con una evidente movilidad limitada, recuerda los hechos que se suscitaron la noche del pasado jueves y madrugada del viernes. Dice que todo iba normal y que él le arrendó al grupo de taxistas por el día para que tuvieran su actividad. Aclara que él les explicó que, en ese contexto, la salida de las instalaciones es máximo a las 22 horas para no molestar a los campistas que pernoctan en el lugar. El punto es que a la llegada de la hora límite, ellos (los taxistas) no hicieron caso a la solicitud de salida. 

“Se les informó que la salida era a las 22 horas. Después tomó el turno mi esposa y les volvió a recalcar lo del horario. Ese día me tocó hacer aseo con un nieto (en la noche) y fui a hablar con ellos para que se fueran a la hora indicada porque estábamos cansados y queríamos descansar. Pero se pasaron de la hora y no pasó nada. Y fui de vuelta a hablar con ellos y me dijeron que salían luego. Pero no hubo caso que salieran”, recuerda el administrador.

Pero la hora pasó, luego de la medianoche, Sergio Marianco fue nuevamente a pedirles que se fueran. Ya la música y las voces elevadas hacían insostenible la permanencia de los taxistas: “Ahí bajé molesto con ellos. Les dije ‘chiquillos esto no da para más, les he rogado y faltó que les besara los pies para que se fueran, así es que ahora se van ya’. Y ahí saltó más grande y me grita ‘¡con esas palabras me estai echando!’”. Mariñanco dice que el hombre tomó una piedra y lo amenazó. En tanto, la esposa del administrador, llamó a Carabineros. Pero lo peor vendría luego.

“Me doy la vuelta y avanzo cuatro o cinco metros y me dan una patada por atrás. Me tiró encima de la mesa, y yo le respondí con un golpe hacia atrás. Él trastabilló y se fue encima del auto”, dice. Dice que luego de eso, hubo un forcejeo y otro de los taxistas (todos aparentemente muy bebidos) lo agarró de su cuerpo y pelo largo. Mientras estaba en eso, recibió un piedrazo en su cara: “Siento el golpe con la piedra y me fracturó la naríz. Me rompió la nariz y quedé bañado en sangre. Me cubro y me pegaron de nuevo en la cabeza”. 

Mariñanco dice que, a duras penas, se subió a su vehículo y trató de llegar hasta la caseta principal del camping (a unos 500 metros del lugar). La idea era cerrar los portones y esperar a Carabineros. El punto es que producto de los golpes quedó algo aturdido y casi pierde el control del vehículo y tuvo un accidente. No sucedió y logró llegar hasta el resguardo, cerrar los portones para esperar a la policía. 

“Logré llegar acá arriba. Me recuerdo muy poco, pero le decía a mi gente que por favor no hicieran nada porque nos iba a llevar a una cosa mayor. Ese fue mi trabajo, que no fueran agredidos esos niños. De alguna forma los protegí. Mi temor era que los lincharan”, recuerda. Según Mariñanco, logró identificar a dos (quienes fueron detenidos) pero que a esa hora eran en total cuatro personas las que quedaban en el sitio. 

Además de los golpes, el socio y administrador, recuerda algo más. Los fuertes epítetos racistas en su contra por ser mapuche: “Ellos son gente conocida de nosotros. Uno de ellos gritaba esa noche ‘¡que vengan todos los indios cul…!’ ‘¡Indios conche…!’ ‘¡Me cago encima de estos indios cul…!’. Eso gritaban. Entonces yo digo ¿cuál es el odio en contra de mi pueblo? ¿Qué le hicieron los indios a ellos? De partida, nosotros no somos indios, pero nos nombran como indios”.

Pero hay detalles en la historia que la tornan más compleja aún. Sergio Mariñanco dice que conoce a sus atacantes desde que eran, prácticamente, unos niños. Por lo mismo señala no entender la reacción que tuvieron. Y más aún, dice que no tiene muchas intenciones de seguir el proceso judicial (ya que así fue educado por su padre, un antiguo lonko y líder local); pero que le gustaría una disculpa sea ésta en persona o por carta: “Yo he peleado con mi familia y mucha gente que me dice que los demande, y yo les digo que estoy esperando. ¿Y qué estoy esperando? Que alguien me llame o como era en mis tiempos, que me manden una carta de disculpas. No lo han hecho y mi señora me dice que solo son delincuentes. Que es gente mala”. Sobre si el ataque tuvo ribetes racistas, Mariñanco no lo duda “Nos trataron con odio”, dice.

Las personas detenidas por el caso fueron formalizadas por lesiones graves y quedaron con cautelares de arraigo nacional y prohibición de acercarse a la víctima.

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