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Crónica de un desaparecido en el volcán: las horas de Claudio antes de perderse en el Villarrica

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  • El deportista e ingeniero en Prevención de Riesgos de 47 años decidió, junto a su amigo Felipe Soto y a otro snowboardista local, subir a los faldeos del macizo para tener una jornada de aventura arriba de sus tablas. Acá un relato en detalle de lo sucedido ese miércoles 19 de junio, fecha marcada como el inicio de una búsqueda que, por ahora, no arroja resultados

“Voy bajando por el bosque, llego al jeep”.

El mensaje enviado a las 10:46 hrs. del pasado miércoles 19 de junio entró al celular de Felipe Soto (39) y trajo algo de calma. Minutos antes, Soto había dejado de ver a Claudio Moreno (47), quien por alguna razón hasta ahora desconocida decidió seguir bajando en su tabla de snowboard por el sector donde nace el río Correntoso en la ladera norponiente del volcán Villarrica. Y desde ahí comenzó a tejerse una historia que ha mantenido por más de una semana a Pucón, de alguna forma, mirando al macizo y esperando buenas noticias. Pero estas no han llegado y Moreno sigue desaparecido en medio de uno de los inviernos más crudos que se recuerden en la última década.

Pero la historia de la desaparición de Claudio partió días antes. O, quizás, varios años antes cuando Moreno integró a Soto a sus aventuras en los cerros y montañas de la región. Practicar snowboard y randonés eran parte de las rutinas del ingeniero en Prevención de Riesgos de profesión, quien encontró en Felipe (ambos en una foto de archivo que está como imagen principal de esta crónica, Claudio con antiparras) su vecino de toda la vida en el sector Campos Deportivos de Temuco, un buen compañero para bajar por los montes y volcanes nevados de La Araucanía. 

Por lo mismo, ese lunes 17 de junio la planificación diseñada con varios días de anticipación los ponía a ambos en la ciudad de Villarrica. Ahí, Soto logró que un amigo le facilitara un departamento en uno de los edificios de la populosa Segunda Faja en la ciudad vecina.  Pero no sólo eso, también un jeep Suzuki Vitara de color blanco. Era un vehículo 4×4 lo que facilitaba los planes de ambos deportistas. Parecía que la suerte les sonreía. La idea, según cuenta Soto, era no dejar nada al azar y así tener una buena jornada. En esa línea, apoyados por las aplicaciones del tiempo en los celulares, decidieron que el miércoles por la mañana sería un buen día para probar la nieve en el Villarrica. Esto, porque se abría una ventana de buen clima antes de la tormenta que se anunciaba para ese fin de semana. Felipe, además, decidió invitar a Diego Valdés, otro deportista aficionado, originario de Pucón y a quien conoció en un de los andariveles del Centro de Montaña Pillán en la temporada anterior. 

El martes ambos amigos (Claudio y Felipe) decidieron hacer sus cosas por separado. Claudio viajó a Pucón para visitar a unos cercanos y Felipe, según cuenta, decidió quedarse en el departamento para adelantar algo de trabajo de la agencia de publicidad santiaguina a la que le presta servicios vía on line. Por la noche, deciden acostarse temprano, ya que el desarrollo de la jornada del miércoles incluía madrugar. La idea era estar a las seis de la mañana en la caseta de Conaf, en el kilómetro 8 del camino al volcán, ya que en ese punto y a esa hora habían convenido con Diego encontrarse y seguir la ruta hacia donde marcarían el comienzo de la bajada en tablas: el retorno del andarivel 3 a unos 1.600 metros sobre el nivel del mar.

Llegó el día

El miércoles 19 de junio ambos amigos se levantaron a eso de las 4:30 hrs. Tomaron un buen desayuno con sopaipillas que habían comprado en uno de los locales de la Segunda Faja en Villarrica. Arreglaron sus equipos y emprendieron rumbo a la aventura que coronarían con un rato en las termas. Esto, luego de completar la bajada por los faldeos del macizo. Tal como lo planificaron, a las seis de la mañana Diego los estaba esperando en la caseta de Conaf. Ahí, Valdés dejaría su auto (también olvidó su celular) y se sumaría a Felipe y a Claudio en el Vitara para llegar hasta el estacionamiento de Juncalillo (punto de acceso al centro de montaña), lugar al que llegaron cerca de las siete de la mañana. De ahí, caminar por otros 45 minutos con el equipo a la espalda por la calle que lleva hasta la cafetería de la empresa Andacor (concesionaria del principal atractivo turístico invernal, el que abriría sus puertas el lunes siguiente). Fue en ese lugar donde la luz del día los alcanzó. Según cuenta Soto, ahí deciden descansar por algunos minutos bajo la terraza y contemplar la inmensidad del paisaje y el valle puconino que a ratos se dejaba ver entre las nubes invernales. 

Ya con la claridad del día y algo más aliviados de la caminata, los tres deportistas emprenden camino por unos metros hacia el poniente y luego subieron a pie por la ruta que marcan las torres del andarivel número 3 del centro invernal. Eso, hasta el retorno del mismo, a unos 900 metros de la base del medio de elevación. Es en ese punto (el retorno del 3) que tenían como punto de partida del descenso. Pero para que todo saliera perfecto, decidieron que la ventana de buen tiempo que anunciaban las aplicaciones se manifestara aún más claramente y así evitar lo más que se pueda la posibilidad de algún tipo de riesgo generado por las condiciones atmosféricas. Para pasar el rato decidieron comer algo de lo que llevaban y así acumular algo más de energía. Claudio consumió un  yogurth, según recuerda Felipe. También ahí se encontraron con otros cuatro esquiadores. Pero también ahí, Diego le tomó, con el celular del ahora desaparecido, una foto a ambos amigos (Claudio y Felipe) que se abrazaron para inmortalizar la escena.  Claudio, también, se tomaría otra imagen en solitario y con sus brazos abiertos. El ahora desaparecido le envió este último archivo (que se ve más abajo) a su pareja en Temuco y ha servido para que los equipos de búsqueda tengan una referencia de cómo iba vestido ese día.

La bajada

Pasadas las 9:30 hrs. de la mañana decidieron acomodar sus tablas, ponerse las mochilas en los hombros e iniciar el descenso. No tomaría más de 15 minutos llegar hasta lo que marcaron como base de encuentro: la casa de los funcionarios del centro de montaña, ubicada a pocos metros de la cafetería y a un poco más de un kilómetro desde el inicio de la bajada en la base del andarivel 3. De ahí, la idea era seguir arriba de las tablas por el camino hasta el estacionamiento de Juncalillo y estar de vuelta en Pucón antes del mediodía. Almorzar y, obviamente, el premio final: las termas. Era, a todas luces, un día perfecto.

Pero las cosas se complicaron al final. Ya en la casa de los trabajadores del centro de montaña Felipe detuvo su bajada y recuerda que miró a sus compañeros. Unos metros más atrás estaba Diego en el suelo, ya que acusaba un calambre en una de sus piernas. Y un poco más arriba Claudio, quien estaba íntegro. Soto acude a ayudar a Valdés para que se levante y en ese intertanto dice que volvió la mirada al punto donde dejó a Moreno y este ya se había perdido de vista. Sólo quedaba la marca en la nieve de su tabla que proyectaba un descenso tras la casa de los operarios. Justo en el punto donde nace el estero Correntoso y que luego, al hacerse más ancho, se conoce como el Zanjón del Correntoso que llega hasta el mismo lago Villarrica. 

Un “mal presentimiento”

Según relata Felipe, cuando perdió de vista a Claudio algo en su interior lo alertó. Quizás, la tensión del momento o sólo el susto de perderlo de vista. Pero lo describe como un “mal presentimiento”. Por lo mismo decidió, junto a Diego, quien estaba más recuperado, bajar rápido hasta el jeep en el estacionamiento de Juncalillo y desde ahí monitorear al amigo que se separó de ellos. Felipe recuerda que, además, había una complicación con su celular que se bloqueó por la humedad por lo que no pudo establecer un contacto en el momento con Moreno. Por esi, ya en Juncalillo, deciden bajar a Conaf para recuperar el celular de Diego, quien lo había olvidado en el auto con el que llegó desde Pucón. 

A las 10:46 hrs., ya en Conaf y con el celular desbloqueado, Felipe recibió y pudo leer el mensaje de texto que abre esta crónica. Así, deciden subir nuevamente hasta Juncalillo para esperar al amigo que, en algún momento, debía llegar. Pero no pasó. Mientras las horas transcurrían y ambos intercambiaron algunos mensajes, Felipe comenta que la tensión se fue acrecentando. A las 14:36 entró un pantallazo con la ubicación que lo seguía posicionando en el sector del Correntoso. El problema es que por las dificultades de la conexión no era en tiempo real. Eso sí, lo situaba (tal como muestra la imagen de más abajo) cerca del camino al centro de montaña.

Ya a eso de las 16:30 hrs. ambos deportistas (Felipe y Diego) decidieron bajar nuevamente a Conaf y dar cuenta de la situación a los guardaparques con quien tuvieron contacto a eso de las 17 horas. Las comunicaciones con Claudio, eso sí, continuaron por un rato y sirvieron a los rescatistas de la Conaf para tener algún atisbo de la ubicación de Moreno. A las 17:41 hrs. entró un nuevo mensaje del desaparecido. Era sólo una palabra pero graficaba lo que a esa hora estaba viviendo: “Mal”, se leía en el Whatsapp. Dos minutos después logran comunicarse con una llamada. A Moreno le quedaba sólo 3% de batería pero alcanzó a entregar algunos datos. 

— “Hermano, estoy perdido en un bosque de árboles grandes con quilas”, expresó Claudio. 

— “Aguanta que te voy a encontrar”, respondió Felipe. 

Luego de eso, el celular se apagó. 

Las primeras horas

Luego de ello la historia se hace algo más conocida. Felipe y Diego acompañan a los dos primeros rescatistas de Conaf que iniciaron la búsqueda. Se trata del mismo administrador del Parque Nacional Villarrica, Felipe Ortega, y Eduardo Rivera, montañista, bombero y guía local, quien ahora presta servicios en la Corporación Forestal. La ruta de búsqueda en las primeras horas partió en Juncalillo y luego a la casa de los operarios del centro de montaña. Ya ahí pesquisaron la huella de la tabla de Claudio y la siguieron. Tanto Felipe Soto como Diego Valdés acompañaron a los rescatistas por casi una hora; pero al cabo de ese tiempo atendieron a la recomendación de devolverse. El cansancio y la falta de alimentación estaban pasando la cuenta. Esperaron en la casa de los trabajadores. 

Mientras, Ortega y Rivera bajaron por el zanjón. Primero siguieron la huella de la tabla de Moreno y cuando esta se perdió y la nieve se terminó continuaron en la búsqueda. Los gritos con el nombre de Claudio y un silbato acompañaron la búsqueda que se extendió hasta el Viñedo el Volcán, siete kilómetros más abajo en línea recta desde donde Claudio Moreno fue visto por última vez. Ya pasada la medianoche, cuando los bomberos también habían “peinado parte del sector”, decidieron terminar la jornada por ese día. La tormenta ya era un hecho y las condiciones eran muy complejas. A las 00:30 hrs. del jueves 20 de junio Felipe Soto bajó hasta Carabineros para hacer la denuncia por “presunta desgracia”. El resto de la historia es totalmente pública y viral en las redes sociales. 

El registro en video

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