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La trama de posibles abusos de poder en el monasterio de Pucón que revela demanda de una ex religiosa

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  • La mujer que perteneció por 17 años a la orden de las Clarisas, acusa una serie de malos tratos físicos y psicológicos perpetrados, supuestamente, por una superiora. En la causa, que se tramita en la Corte de Apelaciones de Temuco, se pide una indemnización de $400 millones.

En la historia del Pucón moderno, con poco espacio a las dudas, de seguro el Monasterio Santa Clara ocupa un lugar relevante. De hecho, el espacio contemplado como un lugar de oración y reflexión, fue una de las obras más emblemáticas del recordado sacerdote y obispo católico Francisco Valdés Subercaseaux, conocido en el imaginario local como el “Padre Pancho”. Pero en los últimos días se ha revelado públicamente una demanda por indemnización de perjuicios que llega a los $400 millones de parte de una ex religiosa que acusa que en ese lugar fue víctima de una serie de abusos físicos y psicológicos que le causaron profundos y complejos daños a su salud. 

La demanda, que es pública a través de la web del Poder Judicial, entrega complejos detalles que vivió una mujer que ingresó al Monasterio Santa Clara el año 2003 y al entrar adoptó el nombre religioso de María Antonieta de la Preciosa Sangre. Dice que estuvo, en total, 17 años en la congregación (desde los 20 a los 37 años) y que salió en 2020. Agrega en la demanda que el 2021 presentó una denuncia al Dicasterio para la Vida Religiosa de la Sede Apostólica. Según ella, nunca recibió una respuesta oficial a ella y que sólo recibió antecedentes informales de parte de otro religioso conocedor del tema. 

“La información que yo tengo de este proceso es la siguiente: la Santa Sede respondió a mi denuncia, pero se dirigió a Fray Leonardo diciéndole que avisara a la comunidad de Pucón que se prepararan para una visita federal. Pasado unos meses la hermana Jovita, Vicaria de la Federación (comunidad de Cochabamba, Bolivia) y el hermano Pedro, como asistente de las Capuchinas de la Federación (hermano capuchino de Perú, visitaron el monasterio de Pucón en marzo del 2022. De esta visita se hizo un informe largo y detallado, el cual fue enviado al Dicasterio para la vida religiosa”, se lee en la demanda y luego se agrega: “Pasado un tiempo, la Santa Sede respondió a este informe enviando una carta al hermano Leonardo González, diciéndole que la Santa Sede daba por terminada la investigación y le pedía al ministro general de los Capuchinos velar por la armonía de la comunidad”.

Es decir, en la justicia canónica no se lograron mayores resultados, por lo que la mujer decidió tomar la acción legal a través del abogado Juan Pablo Hermosilla, en la que pide la indemnización de $400 millones. Según el documento, la hermana María Antonieta sufrió una serie de malos tratos, principalmente, de una de las religiosas, a quien identifican como la hermana María Verónica. Los problemas comenzaron, según el escrito, cuando a la denunciante le diagnosticaron una “endometriosis” que le generó una operación de urgencia. Pasado el tiempo, los problemas de salud siguieron y siempre, según la denuncia, estaba la constante de los malos tratos y el poco cuidado y el trato despectivo.

Así, al menos, queda de manifiesto en el escrito. “El doctor me decía que por mi enfermedad no había muchos fármacos elegibles para darme y que, si bien era cierto que mi hígado no estaba bien, no podía pedirme que soportara lo insoportable, él me decía que me creía cuando yo decía que me dolía porque había visto que tenía demasiada tolerancia al dolor, pero sor Verónica siempre me hacía sentir culpable diciéndome que yo no aguantaba nada y me pedía cosas realmente imposibles como por ejemplo, no vomitar la comida, cuando era algo normal en mis condiciones y no solo me lo pedía, sino que me retaba a hacerlo, pero yo ya no estaba en condiciones de regir mi cuerpo, estaba casi desahuciada y no tenía ganas de vivir”, es parte del relato.

En otro párrafo también se lee: “Recuerdo una vez que me pasé toda la noche llamándola para que me ayudara a cambiar la ileostomía y no me contestó, entonces sin poderme ni vestir me puse una bata y me arrastré hasta el coro donde estaban rezando para pedirle que me ayudara, pero ella solo me miró y no se movió. Llegó horas más tarde a mi habitación y comenzó a gritarme: “deja de llorar” (yo lloraba del dolor, eran las ulceras de la piel) y mientras intentaba pegarme la bolsa me gritó: ‘¡cállate, deja de llorar y dile a tu tripa que deje de botar caca!’”. 

“Me dejó hablando sola”

Sobre los eventuales abusos psicológicos, la denunciate detalla: “Un día me levanté apenas y fui donde ella, le hablé y ella me trató mal y me dejó hablando sola en el corredor, volví a mi cama temblando, pero me armé de valor, volví a levantarme, fui donde ella y le dije que nunca más volviera a tratarme así, que sus actitudes eran demoniacas. Era la primera vez que me revelaba ante ella y le levantaba la voz y, como era de esperarse, dejó de dirigirme la palabra por semanas. Un día hablé con ella y le dije que no era posible que viviéramos así en la casa de Dios, que, aunque pensáramos distinto no estaba bien eso y ella me respondió: ‘¿Te das cuenta en lo que te has transformado? Yo no te formé así, ya no eres la misma’ y si bien conseguía que me sintiera culpable, ya no era lo mismo”.

Según sor María Antonieta, los problemas de salud la hicieron trasladarse a un convento en Italia, por sugerencia de a quien identifican como sor Verónica. Pero las cosas no mejoraron, sino que siguieron peor: “Yo pasaba entre el hospital y mi habitación en el convento. Tengo que reconocer que había días en el convento que ya no quería vivir y que no era capaz de sobreponerme y me hundía en la pena. Los dolores eran insoportables y más de una vez pensé en tirarme del 4 piso, donde pasaba días enteros sola”.

Sobre su permanencia en italia, la religiosa sostuvo: “Durante todo el año que estuve en Italia, desde febrero de 2016 a febrero de 2017, a la única persona que le compartí mis estados de ánimo y sufrimiento fue a fray Luca Bianchi, decano capuchino de la Universidad del Antonianum, quien me visitaba casi mensualmente al monasterio de san Giovanni Rotondo”.

En la parte final de la demanda, en la que se entregan detalles muy finos sobre el proceso que vivió la denunciante, se explicitan las acusaciones en contra de la persona identificada como sor Verónica. “De lo expuesto en el cuerpo de este escrito, quedan de manifiesto las conductas impropias y abusivas que sor Verónica cometió en mi contra, aprovechándose de la vulnerabilidad en la cual me encontraba y en la confianza depositada en ella como mi guía espiritual en el contexto de mi formación como hermana Clarisa Capuchina, y posteriormente como abadesa durante mi estadía en el monasterio de Santa Clara”, se sostiene en el documento, para luego agregar: “Cabe señalar que las autoridades de la prelatura demostraron su desidia para adoptar medidas una vez que se enteraron de los hechos denunciados, tal como se señaló al inicio de este escrito, los hechos fueron conocidos por la Orden y luego por la Diócesis de Villarrica, siendo que de la investigación que se llevó a cabo jamás fui informada, terminando sin nunca haber podido dar mi testimonio ni presentar evidencia, y sin que se tomaran las medidas necesarias para mi reparación”.

La demanda, en los hechos, cuantía está dirigida en contra de la Orden de las Clarisas Capuchinas, representada por Ética Coronado Ruiz y también en contra de la Diócesis de Villarrica, representada por el obispo Francisco Javier Stegmeier. La acción jurídica se tramita en la Corte de Apelaciones de Temuco, quien designó a un ministro de fuero (por la investidura del obispo de la diócesis) José Marinello.

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