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Opinión

La dama blanca

Publicado

en

* Por Rodrigo Muñoz

Una extensa agenda tenían los montañistas regionales en 1996 y por ello la motivación engrandecía la felicidad de exploración a lugares que antes no habían sido descubiertas o simplemente abandonadas en el tiempo. La llegada a Malalcahuello fue por la tarde, un pueblo de pasada para ir a Lonquimay o al paso Internacional Pino Hachado o para Icalma. La comodidad del internado para dormir eran espectaculares, muy cómodas y la comida abundante porque se veía venir una gran caminata de aproximación a un lugar que, en ese entonces, fue muy hablado. El mate dio pie para que los andinistas hablaran toda la tarde y muy entrada a la noche de aquella hermosa dama blanca que deslumbraba desde cualquier punto de la región. Si hasta los más pequeños indicaban con sus índices la belleza que una montaña con forma de sierra quería impresionar.

A las cuatro de la mañana comenzaron a enfilar por un sendero que a ratos se hacía escueto, quedando atrás la escuela de Malacahuello a cada paso que ellos daban. Era, por lo tanto, la oportunidad de avanzar por el sendero que los mismos arrieros diseñaron para las veranadas. La fila india silenciosa se enfilaba por la más máxima oscuridad con sus luces frontales en el rumbo de la madrugada, con frío hasta eso del amanecer algo tenebroso. Ya habían transcurrido cuatro horas de caminata cosa que el gran descanso con desayuno lo hicieron en la nieve. El espectáculo a eso de las 8 de la mañana era sorprendente, sus miradas no podían creer lo que estaban viendo. Ya había hecho cita el italiano Reinhold Messner en una de sus tantas obras al mencionar “Me gusta tanto la aventura como a un preso la libertad” que en ese momento, pareciera motivar las mentes de una larga cordada que pretendía nada más que ilusionarse con esa montaña que se presentaba a sus ojos justamente a las ocho de la mañana. Y consiguieron la ilusión. La montaña era una dama blanca que se hacía acompañar junto a los Nimbus, nubes tormentosas que se presentan en Conguillío, el parque que cuida esta dama, hermosa, cuidadora y dominadora. Una fila de hombres y mujeres toma ascensión desde los pies hasta lo desconocido. La montaña cuidaba sigilosamente la cumbre mientras que los montañistas sentían confianza cada vez que avanzaban. Sierra Nevada está tranquila al mismo tiempo que las últimas araucarias de altura ya han quedado atrás y abajo. Ahora sólo las rocas y los campos de nieve envuelven a esta dama emblemática e interminable en su caminar.  

Sus múltiples anticumbres no dejaban de sorprender y que confundían en un paisaje fascinante bajo los mismos pies de los andinistas Nibaldo, José y tantos otros conocidos como la misma cordillera. Ahí el paisaje ya está vestido de manto blanco que se eleva desde el Conguillío como ministra de fe de una larga ascensión. Hablamos de la Sierra Nevada, un estratovolcán de 2.554 metros de altitud, vecina del volcán LLaima que tiene 3.125 m. ambos se toman de la mano para pertenecer al cinturón de fuego. 

Sobre la marcha lenta los andinistas se han dado cuenta que la dama blanca no está sola, que se hace acompañar por terribles nubes negras amenazantes, enviadas por despecho desde todos los flancos para liberarse de nuestra presencia haciendo creerles que los humanos que la ascienden son una real amenaza. Pero la cumbre estuvo a los pies de la Asociación Regional después de las tres de la tarde con un viento intolerante, soberbio y que no da tregua. Un celo incondicional pero que las condiciones no se dieron cuenta que la misma montaña quería aceptarnos aun cuando mostraba su furia como una forma de elevar respeto. Era el Volcán Sierra Nevada, que había sido conquistada. Una vez en la cima, aparecieron unos soldados guías y escoltas que se asomaron para ver quienes llegaban. Uno de ellos era Lonquimay y luego otro vigilante oculto llamado Tolhuaca que yergue entre los espacios blancos. Fue en 1996 el año de la conquista donde aun así los montañistas regionales tuvieron que sortear las inclemencias climáticas que dejó 1995, el año del terremoto blanco. En definitiva, esta dama alba esta vez se dejó acariciar cuando los pies de los montañistas estaban sobre su cumbre y es porque esta montaña estuvo por mucho tiempo muy sola.

 

* Ex miembro del Cuerpo de Socorro Andino de Chile.

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