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Cristianismo y Ley de Identidad de Género
* Por Pedro Villegas Yungue
Somos testigos de grandes cambios en la sociedad de occidente, una sociedad que se ha construido con bases cristianas con un profundo sentido de libertad. De hecho, los totalitarismos no han prosperado. Pero hoy somos testigos de cómo se está imponiendo una ideología ajena a lo que enseña el cristianismo. Es una ideología que para que tenga sentido debe, primero, desprestigiar lo que ya ha sido aceptado por la sociedad (lo que llamábamos “sentido común”) a tal punto que sea socialmente rechazado para abrir las puertas a esta nuevo paradigma moral sin ser cuestionado en nada.
Para lograr esto se ha realizado un lobby mediático feroz, en donde no hay espacio a un diálogo sensato. Simplemente han reducido la discusión con la lógica de la relación de opresores y oprimidos. Si no estás de acuerdo con todos, repito, todos sus postulados pasas a ser parte de los opresores. De la misma forma, si el Estado no legisla a favor de todo su petitorio, entonces es un Estado opresor.
Bajo esta estrategia, pretenden situar al cristianismo en el lado de los opresores (el cristianismo es en el presente la religión más perseguida, y no hablo de bullying, sino de persecución a muerte) lo que dista mucho de la realidad. Lo otro que han debido hacer para que esta ideología pareciera necesaria o pretenda tener algo de sentido es cambiar definiciones. Así de simple, si la definición de un concepto no me sirve lo cambio, y todo el mundo debe acomodarse a mi nueva definición. Es así como han redefinido qué es el hombre y quién es el hombre.
Como creyentes cristianos, concebimos al hombre (género humano) como la creación máxima de Dios. No nos hicimos nosotros a nosotros mismos, somos el diseño del Ser Supremo que le ha dado una causa a cada célula, órgano y sistema de nuestro cuerpo y sentido a aquello inherente al ser humano que se manifiesta en lo intangible como las emociones, voluntades, nuestra psiquis o alma. En cuanto a nuestra identidad, o sea quien es el hombre; la Palabra de Dios nos muestra quienes somos en cuanto nos relacionamos con nuestro Creador, o sea nuestra identidad humana es tal en Dios, por eso que es en nuestra relación con Dios en donde tenemos libertad de ser y orientación de lo que debemos hacer y prohibición de lo que no debemos hacer.
Debido a lo anterior es que concebimos, por ejemplo, que el matrimonio es entre un hombre y una mujer, porque Dios creó al hombre y a la mujer para que se complementen en una relación de amor que traerá naturalmente hijos en el mejor ambiente para desarrollarse y crecer: la familia. Para que esto parezca retrógrado, discriminatorio y otros epítetos que ya es común escuchar, la ideología de género ha tenido que redefinir qué y quién es el hombre. Estas nuevas definiciones aíslan al ser humano completamente de su Creador en cuanto al ser y su hacer, por tanto, toda antropología resultante va a ser incompleta e imperfecta.
Lo triste es que se nos obligue por ley a fomentar una sociedad aislada de Dios. Los resultados son inciertos. No tenemos ejemplos para ver. Los otros países que han legislado al respecto lo han hecho recientemente, lo que sí se sabe es que en ciertos lugares, las organizaciones que representan a las minorías trans han logrado que se apruebe leyes aún más extremas y luchan porque se baje la edad en la que un menor pueda dar consentimiento de tener sexo con un adulto. O sea, legalizar la pedofilia.
Me he encontrado con personas que en público han tenido que opinar diferente a lo que sus conciencias les dice, porque saben que automáticamente serán situados en el bando de los opresores. ¿Dónde queda nuestra libertad de conciencia? ¿Para dónde nos quieren llevar como sociedad? ¿Qué debemos hacer al respecto? En fin, surgen muchas preguntas, y debe surgir mucho diálogo para respuestas sensatas. Quién teme al diálogo sabe que sus argumentos son débiles. Gracia y paz en abundancia para mi país, es mi oración.
* Pedro Villegas Yunge es bachiller en teología del Instituto Bautista y magíster teológico (en curso) del seminario Fuller en USA.