Editorial
Plebiscito 2020
Este domingo será uno de los más trascendentales en la historia republicana de nuestro país. Millones de electores serán convocados para definir si quieren una nueva Constitución para nuestro país y qué mecanismo creen que es mejor para llevarla a cabo.
El punto es que, independiente de las posiciones ideológicas de cada uno, la posibilidad de decidir sobre el futuro de nuestro país es algo que de por sí es valorable. Esto, más allá de las condiciones que generaron este plebiscito constitucional nacido en medio de un estallido que para algunos fue social y para otros, lisa y llanamente, quedará marcado por la violencia extrema, el saqueo, el fuego, los heridos, muertos y la destrucción en general.
Las condiciones en las que está nuestro país, ahogado por casi un año de crisis social y sanitaria por la pandemia del coronavirus, hace que debamos ser responsables y profundizar nuestros sentimientos y apegos a los principios de la democracia. Y quizás el más valorable de ellos es que podamos construir un país y convivir entre todos. Pese a nuestras diferencias que en los últimos tiempos se polarizaron malamente.
Así, los del “apruebo” y el “rechazo” deben estar conscientes que deberán convivir —incluso al interior de las familias— y ponerse de acuerdo; sea para redactar una nueva Constitución o para reformar en lo que ya hay. El punto condicionante es que el piso debe ser un total repudio, rechazo y aislamiento de la violencia vista durante este año. El problema es que la violencia es un monstruo que pudo ser alimentado desde diferentes sectores; pero al final si no se detiene, este monstruo nos comerá a todos sin distinción de colores políticos o clases sociales. Por lo mismo, desde esta tribuna planteamos que ante la crisis, la solución pasa por más y mejor democracia. Que el pueblo decida. “Apruebo” o “rechazo”, todos somos chilenos.
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