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Editorial

Lenguaje inclusivo

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Vivimos tiempos interesantes, cada vez más nuestra sociedad profundiza y se sumerge en demandas innovadoras, algunas de ellas muy razonables y justificables como las demandas de educación gratuita, las leyes de cuidado de hijos con enfermedades catastróficas, entre otras; sin embargo hay algunas que parecen abusar del sentido común. Las nuevas exigencias relativas a la construcción de un lenguaje “inclusivo” en donde se reemplacen vocales referidas a un sexo en particular carecen de sentido y justificación alguna, más allá del sustento del exceso de creatividad de algunos activistas, que aprovechando la vitrina comunicacional que dan las iniciativas exóticas, buscan promover.

No discrepamos de que exista una cultura de abuso en en contra de la mujer que debe ser abordada, no desde el feminismo, sino desde el respeto ontológico al ser humano como valorable en sí mismo, no a partir de su sexo. Pero  de ahí a sustentar que reemplazar una vocal en el lenguaje redefine conceptualmente el trato a las mujeres es tan absurdo que raya en lo cómico. Sin embargo, lamentablemente, un grupo interesante de nuestra sociedad se siente plenamente identificado con la apuesta de que la mera deformación de algunos vocablos propiciará un cambio cultural de transformación en el trato hacia las mujeres y eso preocupa casi tanto o más. Porque es aceptable que existan promotores de lo absurdo, pero es catastrófico que la sociedad les valide sus postulados y normalice, porque de esto se trata todo eso de los esfuerzos de hacer normal aquello que en su naturaleza no lo es.

La RAE ha indicado hasta el cansancio que el lenguaje en sí mismo no representa un sexo o género sino que es un consenso cultural neutral, por lo que cualquier esfuerzo de transformar no cumple en sí más que un ejercicio propagandístico de poca monta. Nadie se ha preguntado el efecto que significa esto para el aprendizaje, o para la filología en el tiempo. Ya pagamos un costo cultural con la transformación del castellano antiguo al de nuestro tiempo, ¿tendremos que asumir una nueva transformación solo porque a un grupo minoritario se le ha placido que esto es necesario para forzar un cambio cultural? Esto es tan absurdo como esforzarse en eliminar las leyes para no tener más delitos.

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