Los que marchan y los que miran II

Ya entramos a la séptima semana séptima del estallido social, el que pareciera —por ahora— no tener una salida clara en la política y tampoco en la calle. Y el problema se acrecienta con los picos de violencia que hemos visto en algunas ciudades del país, en las que ha campeado el saqueo y la destrucción generalizada.

Y en Pucón no estamos ajenos a esto porque, obviamente, lo que pasa en el resto del país también repercutirá en nuestra sociedad. Ahora, la ciudad también ha tenido su marca con marchas y algunos momentos de violencias que, gracias a Dios, han sido minúsculos en comparación a otros lugares. Con todo, la incertidumbre y hasta cierta histeria se ha apoderado de la comunidad. Y es entendible de un lado y otro. En tiempos de crisis, las confianzas escasean y desaparecen ahogada en malas decisiones, errores, frases grandilocuentes y posiciones intransigentes.

Pero la crisis en algún momento va a pasar. Y, por cierto, Chile ya no será el mismo país que teníamos el 17 de octubre. No sabemos si para bien o mal (eso se revelará con el tiempo) Chile cambió. Y es menester de cada individuo adaptarse a ese cambio. Necesariamente, esto exigirá un giro de miradas y posturas de todos nosotros.

Entonces, parte de ese cambio —entendemos— es restablecer las confianzas entre los miembros de esta comunidad. No quedará otra que volver a confiar los que creen en el movimiento y los que no lo hacen. Los que marchan y los que miran (tal como lo escribimos la editorial pasada) probablemente tengan posiciones válidas y relevantes para sustentar sus ideas. Pero no podemos perder de vista que todos (los que marchan y los que no) continuaremos viviendo y conviviendo en este hermoso lugar llamado Pucón. Los unos nunca tendrán la capacidad de invalidar a los otros y es altamente probable que ambos grupos tengan ideas y aportes que ayuden a que nuestro pueblo pueda crecer, desarrollarse y acoger a todos los que nacieron y eligieron quedarse acá. Cualquier otro camino no es posible.