Concejales: las formas y el fondo

Esta semana hemos sido testigos de una “telenovela” política de ribetes muy particulares. Se trata del reintegro (y posterior renuncia) de Rodrigo Ortiz como Administrador Municipal. Esto después de un proceso que se resolvió en tribunales, luego de ser removido de su cargo por una mayoría de concejales el pasado 29 de diciembre.

Y más allá de si la decisión de los ediles de promover una acción de este tipo haya estado justificada en el fondo (o no, no pretendemos transformarnos en jueces); queremos enfocar esta editorial en los detalles y efectos que esto conlleva. Lo anterior, partiendo por el reparo que hicieron los tribunales (cortes de Apelaciones y Suprema) a la forma en cómo se llevó el procedimiento de parte de los concejales que lo promovieron.

Lo anterior es una muestra evidente que en el ámbito público (y tal vez en la vida misma) las formas son tan importantes y relevantes como el fondo. Es decir, no basta con tener la razón en los argumentos técnicos (cuando se los tiene), sino que el principio de probidad también tiene que estar dado por la forma en cómo se hacen las cosas. Y lo que pareciera ser solo resabios de una burocracia añeja y desactualizada; se transforma en límites de un necesario Estado de Derecho que debemos respetar en pos de una convivencia armónica entre todos los que componemos la orgánica social.

Por lo mismo esperamos que nuestras autoridades electas democráticamente tengan a bien cultivar un mínimo de preparación y/o asesoría para poder desenvolverse en los intrincados vericuetos estatales. De lo contrario corremos riesgos de transformarnos la municipalidad en un escenario donde la rectitud y el buen actuar comenzarán a ceder espacios frente a la farándula política tan propia de estos tiempos. Y eso, además de molestias y malos ratos, también nos costará (tal como el caso en cuestión) dineros públicos.