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Parapente en Pucón: la impresionante idea de volar
*Por Rodrigo Vergara
La idea de volar no es algo natural para el ser humano, pero de alguna manera el volar a cautivado las mentes de artistas y pensadores desde la antigüedad. Cómo conquistar el infinito sin más que el impulso y unas alas que nos acerquen al sol. Lo trataronde hacer Dédalo y su hijo Ícaro para escapar de la isla de Creta, pero el ansia de volar y llegar más alto del joven hicieron que la historia terminara de peor manera: Ícaro cayó por acercarse mucho al sol, lo que derritió la cera con la que estaban fabricadas las alas.
Pero más allá de la alegoría parte de la mitología griega; la fascinación del ser humano por volar libremente nunca se detuvo. Y, de alguna forma lo logró. El parapente, deporte que mezcla el paracaídismo y la montaña; es una especialidad que hace no muchos años mutó a una versión con impulso desde el agua. Y se hace en Pucón. De hecho, uno de los dueños de Parapente Pucón, asegura que es una modalidad única en el mundo. Y si bien la invitación a probar la experiencia llegó a mi desde hace más de seis semanas, el miedo a despegar mis pies del suelo hizo que tratara de hacerle el quite.
Pero más no se pudo. Y ahi estaba yo a las 16 horas del lunes 20 de marzo. Era una buena forma de cerrar el verano y escribir la experiencia para La Voz…. Y claro. Una vez en el lugar, no había marcha atrás. Las instrucciones fueron no muchas: “corre en el despegue”; “afírmate de estas correas” y “no desamarres esta cuerda”. El resto, mucha seguridad con el arnés, el casco y todos los elementos que hacen que te sientas con algo de tranquilidad. En mi caso, no mucha por mi aversión a las alturas. Tras mío, el piloto argentino Rubén Gutiérrez, un experimentado exponente de la especialidad y socio de Parapente Pucón junto al chileno Julio Pablaza.
Y nos fuimos. Al principio correr un poco al sentir el tirón de la lancha que lleva la cuerda que la une al parapente. Unos pocos segundos después los pies se separan de la arena de la Playa Grande y el lago comienza a verse desde otra perspectiva. Poco a poco comenzamos a ganar altura y aunque la sensación propia de alguien poco amigo de las aventuras extremas se mantiene, poco a poco va ganando lo impresionante de la vista. El valle de Pucón en su máxima expresión: el volcán vigilando por un lado y por el otro la península que se hace cada vez más pequeña. También el delta del Trancura, el lago Huilipilún; el Colmillo del Diablo, al lado del incipiente volcán Lanín.
Ya a los 550 metros de altura (sí, 550 metros), Rubén anuncia que estamos en vuelo libre. Ya no estamos unidos a la lancha y desde ahí se planea en una bajada que dura unos ocho minutos. Obviamente, ningún miedo a volar podrá vencer la majestuosidad de lo que vi esa tarde (la imagen que ilustra esta crónica es solo una muestra). Pucón siempre ha sido hermoso, pero desde el cielo es más aún. Sino te animas antes de que el tiempo lo permita (esperan volar hasta Semana Santa) de seguro estás cometiendo un error. Ahhh, y para puconinos con precios rebajados (pasaron de $80.000 a $65.000). Definitivamente, vale la pena.