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Las tres verdades de la Navidad
Cuando la Navidad se aproxima muchos comienzan a pensar en regalos, en viajes y fiestas en familia, es un ambiente de descanso y festividad. La familia se reúne, el comercio celebra. El endeudamiento aumenta y el materialismo se vuelve el verdadero señor de esta fiesta. Sin embargo, entendemos que la Navidad es el recordatorio de que la humanidad está perdida y requería ser salvada y esa conciencia es la que debemos mantener en estas fiestas, siempre, por lejos de las que creemos son las tres verdades de la fiesta, esta es la más importante de todas las ideas que deben definir este “espíritu navideño”: requerimos ser salvados y un nacimiento lo permitió, como el gran escritor C.S Lewis dijo alguna vez: “Hubo una vez en el mundo, un pesebre, y en ese pesebre, algo más grande que el mundo”.
Hace dos mil años hubo un nacimiento y en medio de un acto tan humano, tan natural como ese se desencadenó la historia más extraordinaria que haya existido para la humanidad. Antes que eso hubo cientos de miles de hombres y mujeres que pasaron, y después de esto vinieron otros miles de millones. Todos pasaremos, pero sin embargo ese nacimiento ha alterado el orden de todo lo que conocemos. Ese nacimiento es especial porque aquél que nació no era igual que los demás, era el propio Dios encarnado. Así es, vino y su amor no es una cuestión meramente declarativa, porque el amor no es de palabras sino de hechos. Porque nos amó, Él bajó de su eternidad y su gloria para nacer como cualquier otro miembro de esta depravada raza de criaturas que viven y se deleitan en el pecado. Él ama y por eso hace porque el amor no existe si no hay esfuerzo, sacrificio y entrega. Esta es la segunda verdad que nos entrega la Navidad.
La iglesia Cristiana ha sido perseguida de todas las formas posibles. Es por lejos el culto, creencia y grupo humano que más persecusión ha experimentado en toda la historia humana y a pesar de todo esto sigue tan vigente como nunca. Los valores del Evangelio siguen estando bajo asedio inclusive hoy. Muchas de las ideas que predominan en estos tiempos de deconstrucción humana no son otra cosa que la nueva forma de atacar los valores del Evangelio Cristiano. La reconfiguración de la familia, del matrimonio, del cuidado paternal, de la sexualidad y por cierto la idea de validar el eliminar niños en el vientre como un mecanismo de anticoncepción no son otra cosa que los nuevos métodos de las más antiguas de las estrategias.
Para ellos es por cierto la más incómoda de las verdades que nos muestra la Navidad, porque aunque les moleste a algunos y más allá de su rigurosidad histórica o doctrinal, lo que se celebra no es otra cosa que el nacimiento de un niño varón en el seno de una familia tradicional judía. Aunque les moleste a los nuevos detractores del modelo tradicional de la familia, la Navidad es la conmemoración del estereotipo familiar creado por Dios. Por eso algunos la atacan y lo harán con más fuerza cada vez más. Pero para los que creemos en el evangelio como el único ente rector de nuestra vida, esta es una película aburrida, pues ya la hemos visto tantas veces y conocemos el final. Al final de todo, el Evangelio cristiano siempre prevalecerá porque no es de este mundo y su poder no reside en él.