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Edita Mansilla: conozco mujeres

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En este “Día de la Mujer”, nuestro diario convocó a varias mujeres de la comuna que se desempeñan en distintos ámbitos a escribir una columna de lo que significa ser mujer en Pucón. Este texto es parte del resultado de esa convocatoria.

Cada 8 de marzo florecen los saludos y reconocimientos hacia las mujeres, nos recuerdan los avances en materia de género, y de una u otra manera nos involucramos en las distintas actividades a las cuales nos convocan, en su mayoría acciones lideradas por las propias mujeres, organizadas u autogestionadas. Si trabajamos en forma dependiente, es muy probable también que recibamos flores y saludos especiales de nuestras jefaturas, en su mayoría hombres.

Mientras leía que las Naciones Unidas estableció que el tema prioritario, en el contexto del Día Internacional de la Mujer 2023, será: “Por un mundo digital inclusivo: Innovación y tecnología para la igualdad de género”, vinieron a mi memoria cientos de rostros y nombres de mujeres que con suerte tienen acceso al control remoto para ponerle una pausa o descanso a sus días.

Puede parecer paradójico, contraproducente e incluso atrevido, dar a conocer mis apreciaciones, en una fecha en la cual muchos celebran y otros conmemoran, pero mi intención sólo cumplirá el objetivo de dejar constancia de mi conocimiento práctico, en torno a la vida cotidiana de las mujeres en la Zona Lacustre.

Conozco mujeres del mundo rural, que se levantan al alba para hacer el pan, alimentar a sus aves, entre otros quehaceres, procurando que sus hijos e hijas asistan a la escuela, para que estén mejor preparados que ella al enfrentar una sociedad competitiva (y de paso sepan manejar un computador). En su mayoría, estas mujeres son jefas de hogar, apoderadas en la escuela, participan de las organizaciones comunitarias y suelen estar informadas de los beneficios sociales, que pueden constituirse en su principal y único ingreso. A través de la televisión se informan de los delitos ocurridos en la región metropolitana y a través de la radio, de lo que ocurre en su localidad.

Conozco mujeres urbanas y rurales, que teniendo una familia “bien constituida” (como todavía escuchamos), es decir papá, mamá e hijos, donde ambos trabajan todo el día para cubrir gastos y deudas, sueñan con la casa propia, y buscan la escuela con el mejor SIMCE para los estudios de sus herederos. Estas mujeres se reinventan todos los días, para trabajar en forma remunerada o no, pero cumplirá todos los roles de dueña de casa en forma impecable y amorosa; pocas veces se enferma, o se queja, suele ser feliz con el bienestar de su núcleo.

Conozco mujeres que cargan con cruces desde su pequeña infancia, con historias de abandono y maltrato, que suelen replicar cuando escapan de esos círculos de violencia; su voz se ahoga y sus fuerzas disponibles se agotan en darle algo de alivio a las hijas o hijos, que pueden ser varios. Cuando logran alcanzar una puerta de ayuda, ésta es limitada y pequeña, a ratos frustrante y dolorosa.

Conozco mujeres y hombres que en el ámbito laboral han constatado la fragilidad de un sistema lleno de slogan, de frases aprendidas, con leyes para todo que no resuelven nada, instituciones que se enredan en papeles, burocracia e indolencia. La realidad supera la estadística de violencia intrafamiliar, violencia contra la mujer, abuso sexual, acoso laboral, y muchos etc. Bastaría preguntar cuántos casos no se denuncian, de cuántos no se deja constancia, cuántos se re- victimizan, cuántos se judicializan, cuántos se archivan, estadística pura para que el sistema siga calculando la rentabilidad social de la prevención, la inversión psicosocial y la atención oportuna de tantas niñas y mujeres. Este 8 de marzo, quiero romper muchas brechas, donde la digital no es precisamente la primera.

*Edita Mansilla fue es asistente social y ex alcaldesa de Pucón.

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