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Editorial

El “verdadero sentido” de la Navidad

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En estas fechas el mundo, o gran parte de él al menos, celebra la fiesta de la Navidad. Y esta tiene un sentido cristiano al recordar el nacimiento de Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios, según se lee en los evangelios de la Biblia. Pero también sabemos que tiene un arista comercial en el que el ícono es un hombre regordete, vestido de rojo y blanco que fue popularizado por primera vez por Coca Cola en los Estados Unidos hace más de cien años.

Y esta dicotomía de dimensiones (la religiosa y la comercial) hace que muchos hagan esfuerzos y traten de buscar lo que llaman el “verdadero sentido” de la Navidad. Y se extreman recursos para, de alguna manera, portarse bien, buscar sus buenos sentimientos y, en lo posible, hacer obras de caridad (que bueno que se hagan por cierto). También es una fiesta que se trata de pasar en familia con una cena acorde, arbolito, decoración y regalos. Y, la verdad, es que es una instancia de encuentros y muy útil (si es que se intenta) para limar asperezas y volver a darle un impulso a la “armonía” del hogar que, a veces (o muchas veces), se extravía.

Pero la verdad sea dicha, nada de lo que aparece en los dos párrafos anteriores es el “verdadero sentido” de la Navidad. Si bien es probable que la fecha esté lejos de ser la correcta en relación al real día en que Jesús nació; lo relevante de todo esto es que —según lo que cree y entiende el cristianismo— el Hijo de Dios vino a esta tierra a ser como uno de nosotros y si bien nunca cometió pecado, murió en una cruz romana flagelado por los pecados de toda la humanidad.

Es decir, más importante que celebrar su nacimiento, es poder entender que el mismo Dios se hizo hombre, caminó y vivió como uno de nosotros. Fue un gesto de humildad y humillación extremo, según se explica en la Biblia, que Dios se hiciera humano, naciera en un pesebre de Belén, terminara sus días en la tierra clavado a una cruz y pagara el precio por los pecados de la humanidad. Es decir, los de todos nosotros. El árbol, los regalos, el pascuero, la cena y todo lo que trae esta linda fiesta no tienen comparación a lo que sucedió, primero en el pesebre de Belén; y mucho más aún en la cruz del Monte Calvario en las afueras de Jerusalén. Y por tanto, según entendemos el  “verdadero sentido”, de esta fiesta les deseamos a todos ustedes una Feliz Navidad y que el que nació, murió y resucitó hace más de dos mil años se nos muestre a todos en su real dimensión.

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